sábado, 17 de enero de 2009

Vivir con esperanza.


"El optimismo y la esperanza son dos actitudes radicalmente opuestas. El optimismo es la espectativa de que las cosas-el tiempo, las relaciones humanas, la economía, la situación política- mejorarán. La esperanza es confiar que Dios cumplirá sus promesas para con nosotros y que, al hacerlo nos llevará a la verdadera libertad. El optimismo nos habla de cambios concretos en el futuro. La persona con esperanza vive el momento con la conciencia y la confianza de que todo en la vida está en buenas manos.

Todos los grandes guías espirituales de la historia han sido personas con esperanza. Abraham, Moisés, Ruth, María, Rumi, Gandhi, Dorothy Day. Todos vivieron con una promesa en sus corazones que les guió hacia el futuro sin necesidad de saber exactamente cómo sería. Vivamos con esperanza".

Henri Nouwen.


Es cierto que a veces es difícil ser optimista, pero aun en esos momentos, podemos tener esperanza.

3 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo que hay que vivir con esperanza, pero no una esperanza quieta, que solo espera, creo que el hijo de Dios debe ser activo y a vez descansar en la certeza de que Él siempre asiste y reconforta, un abrazo
    Maria de los Angeles

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  2. Me parece importante el apunte de María de los Ángeles: se trata de unaesperanza "activa". Esperar no pasivamente, con los brazos caídos, sino con las "obras de la esperanza".

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  3. De la necesidad nace el deseo, y el deseo necesita la esperanza. El deseo de redención personal necesita la esperanza de Cristo. Y la esperanza como fe se demuestra con el amor. Y el amor siempre requiere de nosotros una actuación, una actividad, un cambio radical en nuestra existencia.
    Creo que he compartido antes este poema, pero vuelvo a dejarlo ahora porque va muy bien con la reflexión:
    Esperaré
    Esperaré a que crezca el árbol
    y me dé sombra.
    Pero abonaré la espera con mis hojas secas.
    Esperaré a que brote el manantial
    y me dé agua
    Pero despejaré mi cauce
    de reproches enlodados.
    Esperaré a que apunte
    la aurora y me ilumine.
    Pero sacudiré mi noche
    de vacios y sudarios.
    Esperaré a que llegue
    lo que no sé y me sorprenda
    Pero vaciaré mi casa
    de todo lo enquistado.
    Y al abonar el árbol,
    despejar el cauce,
    sacudir la noche
    y vaciar la casa,
    la tierra y el lamento se abrirán a la esperanza.

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