"Antes se entendía la espiritualidad, más o menos, como un sublime montaje sobre la vida cristiana normal. Los hombres espirituales vivían entonces en los conventos o en instituciones análogas. Eran en cierto modo los adelantados del cristianismo, que se permitían, digámoslo así, el lujo de ser hombres de oración, de meditación, de penitencia, de aspurar a la santidad, sin que ninguna preocupación humana viniera a perturbarles.
La situación de hoy es manifiestamente distinta. A grandes rasgos, podría decirse lo siguiente: la vida actual, hostilizada por el ambiente ateo, por el sentimiento de la opresión, de la muerte y de una política absurda, es tan mala que, si alguna vez, es hoy cuando toca ser cristianos de modo sublime y radical, es decir, espiritual. La espiritualidad y la vida normal cristiana hoy se ligan, se compenetran, se promueven recíprocamente. Nadie puede vivir hoy, como en tiempos pasados, en un paraíso de espiritualidad inmune al mundo, y tampoco puede, es al menos mi opinión, componerse con este mundo concreto sin ser cristiano radical. Partiendo de aquí, puede decirse absolutamente que la experiencia peculiar de Dios más íntima, sobrenatural, es en la profundidad de la existencia algo que puede llamarse místico.
Naturalmente, no hay que designarlo así. El mero hecho de hablar de mística hace pensar a algunos en un rasgo elitista. Pero si se adoctrina sobre Dios sólo de una manera extrínseca, como cuando me cuentan que existe Australia, yo no podría a la postre ser cristiano. Desde dentro, por así decirlo, desde el centro de mi existencia, tengo yo algo que ver con Dios y necesito conseguir que esa interioridad -así me gustaría llamarle- cale más y más toda mi vida. En otras palabras, aunque suenen demasiado patéticas, habría que decir: hoy no podrá ser cristiano el que no es místico".
"Escritos espirituales", Karl Rahner.
Creo entender que se habla de un nuevo tipo de ser humano, el "hombre nuevo"; no el que preconizan los marxistas, que ha acabado siendo peor que el que le precedía, sino el hombre verdadero, en toda su plenitud. Ser místico significa mayor profundidad, mirada más larga, entrega mayor. Por eso Rahner decía que el cristiano tenía que ser un místico, es decir, un hombre que tuviera experiencia propia de encuentro con Jesús. Apropiada esta entrada al comenzar la Pascua, porque en Jesús nacemos a esa nueva vida. Es importante responder con docilidad a ese llamado, dejarse transformar por la fuerza del Resucitado.
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