
" El monasticismo se entiende a menudo como "cristianismo para minorías", como una afirmación de vida sagrada en un ámbito sagrado, el más pequeño, sagrado y autónomo mundillo, negador del mundo, del recinto monástico. ¿Está bien eso? Quizá. Pero es algo terriblemente limitado. Y lo bueno que haya en eso quizá sea más "mundano" de lo que creemos. En realidad, esa intitución de un mundillo perfecto en medio de un mundo imperfecto, al que se niega implícita o explícitamente, acaba por ser también una afirmación del propio mundo, es decir, de la institución social. El monasticismo sirve para dar a la sociedad cristiana (especialmente en Occidente desde Carlomagno a la Revolución francesa) un toque de ambigüedad que parece espiritualizarla más. Se puede saborear esto, se puede amar, pero al mismo tiempo hay que ver francamente y admitir qué es lo que se ama y se saborea: la "cristiandad", y precisamente la Romanitá del mundo cristiano medieval y renacentista.
Un monasticismo que simplemente afirma esos valores religiosos y culturales, aún en el "nivel espiritual" más elevado, ha terminado su época. Pero quizá continúe algún tiempo. Y ese es, efectivamente, el monasticismo en que entré yo, al que fui llamado yo, y para el que, en gran medida, mi pasado me había preparado. Lo sigo amando, pero veo que debo "renunciar" a él en sentido de transcenderlo; pues, ante la faz de la muerte, no es todavía suficiente. "Servirá", desde luego, pero con riesgo de evadirse de las realidades de nuestra situación presente y de abdicar de las actuales responsabilidades hacia la palabra de Dios en el mundo".
Los monasterios fueron la institución cultural más típica desde la decadencia del Imperio hasta el surgimiento de las universidades: a través del monasticismo la religión ejerció una influencia formativa directa en la historia cultural de estos siglos.
ResponderEliminarLa comunidad monástica era una sociedad autónoma, cristiana y regulada por una regla de vida que desplazó la costumbre social y la ley temporal. Ésta había llegado a ser órgano esencial de la Iglesia y esperanza fundamental para el porvenir de la cultura cristiana.
Estoy de acuerdo con Merton en que esta concepción monástica, que yo veo cerrada y vinculada a un momento sociocultural, e incluso económico, con una finalidad clara de preservar la llamada civilización occidental (romana), requeriría una apertura en su planteamiento y acción, si quiere seguir siendo una plataforma viva, pero sobre todo activa de nuestro Cristo en el hombre de hoy.
Creo que en el aquí y ahora en el que vivimos sería necesario ejercer una actuación de la Palabra. Habría que superar las divisiones básicas económicas, sociales y culturales, para que fuera posible vencer discriminaciones por sexo, raza, religión, ideología, filosofía, pobreza o condición física. Transitar por un camino de convergencia entre las opciones ideológicas, religiosas o filosóficas, para alcanzar la paz, la tolerancia y la solidaridad, recuperando lo que puede unirnos a todos.
Y todo eso, pienso que tiene que trascender los muros físicos y mentales de un monasterio, sin su desaparición, descubriendo la fórmula que haga posible la contemplación y la acción. Porque ahora, creo que es muy importante que el Cristo Amor, que es y está en cada uno, se manifieste, se vuelque en los otros a través de nuestras manos. Para esto hay que aislarse, separarse lo más posible, pero no del mundo (al menos de forma perenne), sino de nuestro egoísmo, indiferencia y pasividad ante las injusticias y los sufrimientos ajenos.
De nuevo otro fragmento en el que descubro la clarividencia de Merton. Su visión espiritual me parece fabulosa.
Las últimas cinco líneas del texto encierran un pensamiento muy claro. Hay que superar o trascender:ir más allá.
ResponderEliminarLuis
Veo que Merton tenía vista larga para comprender la situación real por la que pasa el monasticismo, aun siendo él parte de su estructura. Ello denota sensibilidad, claridad espiritual y libertad iterior. Creo que la vida monástica es un elemento positivo para el mundo, pero al mismo tiempo debe estar abierta a los signos de los tiempos para saber responder a las necesidades espirituales del ser humano ahora. La estructuras son siempre accidentales, lo importante es conservar la esencia, el espíritu.
ResponderEliminarEl monacato cristiano surge a fines del siglo III. El monje era el hombre que vivía apartado de los demás, con el objetivo de seguir el ejemplo de Cristo.
ResponderEliminarEn el siglo XXI habría que pensar si sigue siendo un modelo válido para ese seguimiento o tendría que discurrir hacia una estructura de acuerdo con el imperativo evangélico del amor, sirviendo al prójimo en medio del mundo.
En los monasterios que todavía continuan siendo fuentes de paz y alegría para la Iglesia, el Espíritu seguirá haciendo su obra.
ResponderEliminarMerton no se limita, trasciende el monasticismo para corresponder por la fe a la Palabra que siempre va más allá en el amor compasivo por el mundo.
Lucía Caram, op. (Tucumán, Argentina, 1964), mujer y religiosa dominica, practica el monacato, es argentina y catalana de adopción. Encarna cómo es posible, en nuestros días, vivir al mismo tiempo en el mundo y en el claustro, concretamente en el Convento de Santa Clara de Manresa (Barcelona) al que llegó en 1994 y donde convive con otras seis dominicas. Junto con la actividad propiamente contemplativa, Sor Lucía Caram tiene un programa semanal en la Cadena SER Manresa y preside la ONG SOS Tucumán, una Fundación que promueve la ayuda y la solidaridad con diferentes pueblos de América Latina. El año pasado recibió el Premio Memorial Juan XXIII para la Paz, que concede el Ayuntamiento de Barcelona, por esta labor, gracias a la cual se han enviado, en los últimos cinco años, más de dos millones y medio de libros a quince países, además de ayuda humanitaria. Sor Lucía participó el pasado mes de noviembre en el Forum de Pastoral con Jóvenes para, según sus propias palabras, “aportar las voces de la vida contemplativa”, pero casi sin quererlo fue la única que aportó también la voz de las mujeres. La suya fue una de las intervenciones más polémicas y más criticadas por los sectores más conservadores de la Iglesia. Aunque no hubo en sus palabras nada que no se haya dicho en otros foros, nada que no se haya escrito en las página de tantas revistas. Las palabras de Sor Lucía molestaron, tal vez por ser mujer (silenciada), tal vez por ser religiosa (más silenciada aún), tal vez por ser contemplativa (en el colmo del silencio eclesial).
ResponderEliminarDe Revista Alandar, artículo de C. Ruiz Fernández.
Evadirse de la realidad,bien en la arquitectura de un monasterio bien en la mental, nunca es bueno. Lo que subyace es siempre una evasión del yo auténtico.
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