
Mientras estoy trabajando en mi tesina sobre la santidad en Thomas Merton, aparecen algunas preguntas alrededor acerca de lo que pretendo presentar en ella. Thomas Merton, fue y sigue siendo una figura discutida, cuestionada y todavía mirada con sospecha; por eso quieren que mida las palabras que utilizo para referirme a él, y como se trata de un trabajo académico, no queda otra, sino decir todo lo posible, pero sin herir susceptibilidades. Quienes han seguido el blog saben que tanto la figura de Merton, como el tema de la santidad, ocupa buena parte de mis inquietudes, búsquedas y reflexiones. Creo que el ideal de santidad habla acerca de la manera en que concebimos y realizamos el seguimiento de Jesús en la historia humana, y creo que el testimonio de hombres y mujeres de nuestro tiempo es fundamental para ayudarnos a encontrar luego nuestro propio y peculiar camino de santidad. Thomas Merton ha sido un maestro para mí; le veo como prototipo del hombre de nuestro tiempo, y por ello me he identificado con su manera de concebir el seguimiento, fruto de un itinerario espiritual, en el cual fue creciendo y aprendiendo; aprendizaje que, además, nunca dió por hecho, por terminado. Era un hombre que siempre anhelaba descubrir a Cristo en nuevos e inesperados lugares e interlocutores.
¿Estaría mal decir que nuestro tiempo y nuestra Iglesia necesitan a TM? Yo creo que no, porque siempre necesitamos modelos, y él es uno de ellos, que además reune en sí mismo realidades muy diversas, con una especial vocación para integrar y unificar, válida sobre todo en tiempos como estos, plurales, diversos y complejos.
TM puede ayudarnos a mirar el presente desde su mirada contemplativa, su experiencia de mundo, su silencio interior, y todo lo demás que le singulariza y convierte en un maestro para tantísimas personas en el mundo entero, católicos, cristianos, ateos, poetas, artistas, hombres y mujeres de otras tradiciones religiosas. Sin negar sus limitaciones, humanas, sus errores, sus tropiezos; al contrario, justamente con ellos, puedo aprovecharme de su experiencia, conservadas en sus escritos personales y en sus reflexiones espirituales.
Thomas Merton puede ayudarnos, a los católicos, a obrar con un poco más de inteligencia y sentido espiritual; puede mostrar a quienes ven desde fuera que la espiritualidad es un camino de crecimiento humano y libertad interior, al mismo tiempo que de compromiso y servicio a la sociedad. Pocos como él, en sus escritos, conservan tanta actualidad que parece acaba de escribir lo que leemos.
No hay que temer a los testigos y profetas de nuestro tiempo. Todo lo contrario: tenemos que convertirlos en compañeros de camino. Importa poco si al final son canonizados o no; su santidad está en el camino que hicieron, como Iglesia, respondiendo a los desafíos del tiempo que les tocó vivir.