“El legalismo decía que si nos ateníamos a la letra de la ley estaríamos seguros y a salvo. Podemos hacer eso, si, en vez de amar. Pero es destructivo, mortal en nuestra vida. Este punto de vista, el de atenerse a la letra de la ley, detiene el crecimiento, atrofia la contemplación: te sientas media hora a meditar y ya esta, ya eres un contemplativo. Es lo mismo que estar haciendo tiempo, como estar en la cárcel. No hay amor. Nosotros tenemos que hacer algo al respecto. Es en lo profundo donde hallaremos la cosa verdadera, la que haríamos aunque todo lo demás se desmoronara, lo que haríamos por muy mal que marcharan las cosas. Hay una sola cosa que nosotros buscamos: Dios. Los propósitos de una comunidad pueden expresarse correcta o equivocadamente. La forma equivocada es la que busca garantizar la regularidad, puesto que ella proporciona una suerte de seguridad legal. Este enfoque conduce a la comunidad a la ruina, porque si su existencia se convierte en una cuestión de fidelidad a un cierto tipo de estructura, la comunidad esta perdida. A nosotros nos corresponde hacer todo lo posible para romper con este tipo de mentalidad legalista, incluso en aquellas personas que parecen ser impermeables al cambio. Los que no sean capaces de cambiar perjudicaran la causa si otros que cuentan con ellos se detienen a esperarlos. Nosotros no podemos permitir que todo se retrase a causa de ellos. Pero nosotros, somos hermanos y hermanas, tenemos que vivir en comunidad, y alguna concesión tendremos que hacer. La crueldad en nombre de la vida comunitaria, quienquiera que sea el que la ejerza, el que ve la necesidad de cambio o el que la niega, es lisa y llanamente incompatible con el amor” (59-60).
"Los manantiales de la contemplacion", TM.
Reflexión muy interesante. Cuando legalismo y amor no se dan la mano, siempre es destructivo, un fracaso para lo verdaderamente humano, y por tanto divino.
ResponderEliminar