La reflexión que hace TM acerca de la santidad en sus libros está centrada en la persona de Cristo, usando el concepto de “participación”, así como vinculando santidad a gratitud, alabanza y amor, sin olvidar el equilibrio entre el misterio de nuestra individualidad y la obediencia como camino para alcanzar la voluntad de Dios, que se manifiesta siempre en el ámbito de la comunidad cristiana. La reflexión de TM aparece vinculada al espíritu eclesial que precedió y acompañó la celebración del concilio Vaticano II, y tiene en cuenta que la santidad es para todos, que ha de buscarse en la vida ordinaria, y que ha de repercutir en provecho de toda la humanidad. Es destacable el hecho de que alguien como TM, monje contemplativo, vaya más allá de la habitual distinción vida activa-vida contemplativa, como opuestos, para hablar de “vida activa”, ya sea en la acción o en la contemplación, como vida comprometida, con la Iglesia y con el mundo.
Como ideas concretas e importantes acerca de la santidad, que aparecen en los textos de TM destacan las siguientes:
a. La santidad aparece vinculada a la identidad de la persona; la individualidad no es imperfección, todo lo contrario, la perfección está en relación con la propia identidad individual.
b. Reconocimiento del trabajo activo y socialmente útil como camino de la santidad cristiana, frente a una comprensión más “monástica”, que la vincula con actitudes de retiro del mundo y vida contemplativa.
c. Libertad y apertura en la búsqueda de nuevos caminos: la santidad no puede ser mera repetición mecánica de un modelo, sino que exige creatividad y osadía de parte nuestra.
d. La ley de la santidad es la ley del amor, porque ese es el principal mandamiento cristiano, y porque, a través del amor, se “nos manda añadir nuevos valores al mundo que nos ha dado Dios a través del poder creativo que Él ha puesto en nosotros”.
e. La santidad es compatible con imperfecciones, limitaciones, defectos y excentricidades, que Dios permite para su maduración y crecimiento espiritual.