sábado, 20 de noviembre de 2010

CRISTO REY

Con la celebración litúrgica de “Cristo, Rey del Universo”, la Iglesia cierra el ciclo anual de celebraciones, a través de las cuales va redescubriendo una y otra vez el misterio de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Celebrar no supone meramente recordar un acontecimiento pasado, sino volver a vivir, redescubrir, actualizar, y cada eucaristía forma parte del proceso de transformación que todo cristiano encara: el de llegar a ser “otro cristo” para el mundo.
La lectura del libro de Elizabeth Johnson, “La búsqueda del Dios vivo”, publicado por Sal Terrae, que me ha hecho llegar una persona muy importante para mí, va a ayudarme en esta ocasión a comentar, fuera y dentro de la celebración, acerca del sentido de la “realeza” de Jesús. Se trata precisamente de eso: de presentar en nuestra predicación a un Dios que realmente acompañe la vida de los cristianos. Un Dios que no sea mero concepto, sino que camine y respire con los hombres y las mujeres de este tiempo. El libro del que les hablo nos introduce en los caminos más recientes de la teología, que develan nuevas maneras de acercarse a Dios: Dios pobre, Dios mujer, Dios negro, Dios latino, Dios asiático o africano, Dios liberador, Dios de la fiesta, Dios misterio. Dios crucificado, y también Dios creador, Dios Trinitario, Dios de la tradición.
La autora nos ofrece unas “normas básicas para el itinerario” en la exploración de nuevos caminos para buscar a Dios, que resultan iluminadoras:

1. La realidad del Dios vivo es un misterio inefable que está más allá de todo discurso. El Santo, infinitamente creador, redentor e inhabitador, está por encima y tan profundamente dentro del mundo como para ser literalmente incomprensible.

2. Ninguna expresión de Dios puede ser tomada de manera literal. Ninguna. Nuestro lenguaje es, por así decirlo, como un dedo señalando a la luna, no la luna misma. Las palabras humanas sobre Dios nunca han de ser tomadas literalmente.
3. Dado lo anterior, y como no hay un nombre único para expresar la plenitud de Dios, vemos la necesidad de dar a Dios muchos nombres. El ser humano nombra a Dios con una sinfonía de notas. Aun así, tomando mil nombres, imágenes y perfecciones, y sumándolos, no se trasmitiría una comprensión plenamente adecuada. (“Si lo has entendido, no es Dios”).
Con estas coordenadas quiero yo leer este año el significado de llamarle a Cristo, Rey del Universo. En qué sentido es y no es rey Jesús; y las connotaciones negativas de esta imagen, sobre todo en el momento presente. No supone rechazar este título para hablar de Jesús, es uno más entre tantos otro, antiguos y nuevos, pero es una llamada para abrir horizontes a los hombres y mujeres de la Iglesia de hoy. “Y la búsqueda prosigue. Y seguirá haciéndolo mientras el insondable misterio del Dios vivo convoque a los seres humanos al futuro, prometido pero desconocido; lo cual es tanto como decir que proseguirá mientras existan personas”.

2 comentarios:

  1. Gracias, Manuel, por compartirnos esta buena lectura.
    Para mí, lo más real, la gran realeza de Dios, es precisamente su renunciamiento de poder. Una Presencia real que trasciende todas las representaciones y titularidades que, la mayor parte de las veces, nos hemos servido “a la carta” y que, por desgracia también, en muchas ocasiones, no sirven para otra cosa que aumentar las divisiones y enfrentamientos.
    “En Jesús, Dios se despojó de todo su rango y se hizo como uno de tantos” (Fil, 2,7). Está en la inmanencia y en la humanidad. A Dios nunca habría que entenderlo enfrentado a la vida.
    E. Johnson está en la línea de Moltmann que, en su obra “Dios en la creación” (Sígueme, 1997), dice: “Creo que nuestro tiempo nos invita a revisar en buena parte nuestra representación de Dios, tanto imaginaria como conceptual. Y el eje de esa nueva concepción no será la distinción entre Dios y el mundo, sino el conocimiento de la presencia de Dios en el mundo y de la presencia del mundo en Dios”.

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