¿Cómo “predicar” acerca del valor de la pobreza en una sociedad llena de carencias materiales, donde el afán de tener no es menor que en las llamadas “sociedades de consumo? Las Bienaventuranzas, he leído, no constituyen un programa de vida en el sentido “moral”, sino el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, sobre todo en aquellas situaciones nacidas de la injusticia, el egoísmo, la soberbia, la violencia; situaciones que se dan en todos los contextos humanos, incluida la Iglesia. De ahí que “conversión” y “seguimiento de Cristo” tienen que ver con la revisión de nuestros patrones de conducta en la comunidad eclesial: reconocimiento de nuestra propia pobreza, solidaridad con los pobres, y promoción de cada persona en una comunidad fraterna, redentora, fundada en el perdón, donde el mayor de todos es el que sirve. Sólo así podremos entonces ofrecer una alternativa auténticamente evangélica a la sociedad de la que formamos parte, y no un sucedáneo “religioso” para calmar las conciencias y contribuir a las injusticias.
La Iglesia de Jesús es una iglesia de pobres, en el sentido más amplio de la palabra. Sin embargo a veces los “pobres” son utilizados, manipulados, de modo que justifiquen viejos patrones de conducta, marginación, subestimación, y otras lindezas, por quienes detentan algún poder, de manera que ese poder no disminuya. Cuando mantenemos a los cristianos con una formación teológica de perfil bajo, cuando estimulamos devociones superficiales y milagreras, cuando potenciamos la pasividad de los laicos, estamos trabajando, no por la “comunidad nueva de Jesús”, sino por una estructura de poder que es, sin lugar a dudas, ajena al Evangelio, y cómplice de todas las injusticias de este mundo
Me descubro ante esta reflexión tuya, Manuel. Con cada una de tus frases nos pones en contacto con la esencia de la Palabra, profundizas en la auténtica raíz del Evangelio, y a la vez nos interpelas a revisar nuestra mirada y a cuestionarnos actitudes personales y comunitarias (eclesiales) incluso paradójicas con la fidelidad evangélica.
ResponderEliminarCada día creo ver con más claridad que no es posible seguir a un Jesús alejado de la vida, de lo humano. El Dios de Jesús tiene un Proyecto Humanizador, que Jesús llama el Reino de Dios: una vida más gozosa, feliz y justa para todos; pero empezando por los últimos, los pobres. Los marginados, los extranjeros, los olvidados, los desgraciados. Pobres de pan, de besos, de compañía, de trabajo justo, de salud, de alegría…
Jesús vincula a Dios no tanto con el culto, con la religión, sino con la vida. Antes la vida que la liturgia, incluso. Y no es buena cualquier religión, sino la religión que esté al servicio de una vida mejor para todos. Para Jesús el mal no tiene clasificaciones legales, morales o dogmáticas, sino que para Jesús el mal es la encarnación humana del sufrimiento: introducir sufrimiento de cualquier índole, y tolerarlo o consentir la injusticia sin presentar oposición o crítica. Hay está el pecado, sin más catalogaciones. Y sobre todo Jesús vive a Dios como Padre compasivo. Sin compasión no hay humanidad.
Reflexionar sobre todo eso, me lleva a la convicción de que Jesús concibe un movimiento, una comunidad de seguidores que simbolice el Reino de Dios, y lo pregone. Y esto no será posible en una iglesia que no sea humilde, que no sea compasiva, que no practique una igualdad fraterna entre todos sus miembros, sin rangos ni categorías. Y ni por asomo creo que pueda simbolizar el Reino de Dios una iglesia que ejerza una dominación masculina sobre la mujer. Esta es una visión, la mía y la de otros muchos, que entiende de una manera concreta el desafío y el reto de ser fiel al Dios original que anuncia Jesús.
"Yo estoy entre ustedes como quien sirve", dice Jesús a los apóstoles, sus amigos, sus seguidores, con los que formó y afianzó una comunidad fraterna, no perfecta, pero sí de gente humilde, a la cual sirvió con una grandeza de alma que nos conmueve y nos mueve a actuar.... Bueno... hacia ahí vamos, si puede ser con criterios comunes cuando hay que discernir qué es mejor hacer o no por los demás, en especial los más pobres, mucho mejor, sino como podamos, con serenidad y sosiego,la invitación es buscar y hallar el bien común para desarrollarlo, desplegarlo hacia los cuatro costados, dentro y fuera de la Iglesia.
ResponderEliminarGracias por estas reflexiones tanto del p. Manuel como de San, espero estén bien, rezo por todos.
Hna. Inés, aci
¡Hola Padre Manuel! Que maravilla, todo lo que está escribiendo. Me encantan Merton y Nouwen porque sus escritos son muy reales y humanos, vinculados a la vida.
ResponderEliminarMe siento extranjera y pobre en ausencia del amor y de la solidaridad humana. Cuando en la familia, en la Iglesia, en las comunidades o en los paises no hay una cultura de solidaridad humana; entonces allí no hay presencia cristiana, no está Cristo. No hay conciencia de lo humano,no hay vida gozosa.
Entiendo mi religión católica y mi fe, en un Dios dador de Vida. De vida abundante.
Mi visión del Reino de Dios en la Tierra es este: Comida de calidad para todos, agua potable para todos,ropa y calzados de calidad para todos. Casas confortables para todos. Excelente educación para todos y empleos y buena remuneración para todos...
Cuando no hay esto que acabo de mencionar o es escaso, hace acto de presencia el mal encarnado en enfermedades, hambre, desnutrición,abortos,crímenes,sicariatos,corrupción.
Es mi humilde y solidaria opinión.Gracias Padre Manuel por traer todas estas reflexiones.Que Dios y María Santísima le bendigan,
Carmen
lA JORNADA SE COMPONE DE NOCHE Y DE DÍA. NO PUEDO ELEGIR VIVIR SOLO EN DIA, ES IMPOSIBLE. EL MILAGRO ES COMPRENDER ESTA DUALIDAD Y ASUMIRLA EN NOSOTROS MISMOS, TRASCENDERLA Y LLEGAR A CRISTO.
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