El 10 de diciembre es una fecha fundamental en la trayectoria existencial de TM. Ese día de 1940 llegó a Getsemaní, y ese mismo día, pero de 1968, murió, lejos físicamente de allí. Por eso he querido revisar las entradas de sus diarios en torno a esa fecha, y así evocarle una vez más a 44 años de su muerte.
10 de diciembre de 1960
“Perspectivas totalmente nuevas en el tema de la soledad. Tarde en Santa María del Carmelo. Es verdad que los lugares y las situaciones no deberían ser importantes. Éste es muy diferente. Silencio real. Soledad real. Paz. Me estoy aclimatando al entorno. Delante de nosotros, el valle. Al oeste, los pinos altos y ralos; al noreste, el bosque más denso de pinos abundantes y muy juntos; al este, extensión de pastos y la línea de robles pelados; entre el este y el sur, varios bosquecillos de pinos y de chopos; l suroeste, cielo abierto a través de troncos desnudos de fresnos, olmos y robles; en esta misma dirección se encuentra el monasterio, que queda oculto tras una colina. Sobre nuestras cabezas, una gran danza del cielo. En el hogar chisporrotea el fuego. La habitación huele ligeramente humo de pino. Silencio”.
11 de diciembre de 1961
“Ayer, día de retiro, comprendí una vez más y por encima de todo mi necesidad de una humildad profunda y total, especialmente en relación con las acciones que yo pueda emprender a favor de la paz. La humildad es más importante que el celo. Anonadamiento y dependencia de Dios. De lo contrario, no hago otra cosa que combatir al mundo con sus propias armas, y en ese terreno el mundo es invencible. A decir verdad, el mundo ni siquiera tendrá que contraatacar: yo me agotaré a mí mismo y ése será el final de mis estúpidos esfuerzos. Buscar fuerza en Dios, especialmente en la pasión de Cristo”.
9 de diciembre de 1962
“¡Mañana se cumplirán veintiún años de mi llegada a este lugar! Me siento más cercano a mis comienzos que nunca, cuando en realidad tal vez me estoy aproximando a mi fin. Los himnos de Adviento resuenan como lo hicieron la primera vez, como si fueran las cosas más próximas que yo haya sentido nunca, como si esos textos hayan sido decisivos en la formación de mi corazón y de mi vida, como si yo haya recibido su forma, como si no pudiera haber nunca otras melodías tan profundamente connaturales para mí. Ellos son yo mismo, palabras y melodías y todo”.
Siempre resulta interesante, enriquecedor y estimulante volver a leer pasajes de los Diarios de Merton. En este caso, es curioso cómo una determinada fecha, con toda una serie de simbologías, queda reflejada en la vida de una persona. Todo un ejemplo de mística, en su más profunda acepción de misterio.
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