“Todos estamos destinados a ser madres de Dios. Porque Dios siempre necesita nacer”
(Maestro Eckhart)
“Insinuar que María y nosotros damos a luz a Dios es insinuar que Dios puede ser un bebé, un niño, una nueva creación. Es insinuar que, en cierto sentido, Dios todavía no ha nacido. Y este es, ciertamente, el caso. Dondequiera que estén ausentes la compasión y la sabiduría, donde quiera que estén ausentes la justicia y el placer, ahí aun no existe la plena presencia de Dios. Pero el patriarcado, si ha reconocido la cualidad infantil de Dios lo ha hecho únicamente en el contexto sentimentalizado de un dulce bebé Jesús. Su significado más verdadero es que Dios debe nacer y se le debe permitir crecer en la sociedad humana y en las estructuras sociales y que la humanidad es responsable del nacimiento y el cuidado de Dios. Todo eso no ha sido anunciado últimamente, por razones obvias, como una parte integral de la Buena Nueva. Pero en realidad esta es una de las mejores Nuevas que uno puede llegar a imaginar”.
(Matthew FOX, La bendición original, Obelisco, 274)
La cita de Eckhart me parece que encierra una verdad profunda y asombrosa. Y, desde mi punto de vista, la reflexión de Fox la desarrolla muy acertada y coherentemente. La Presencia nace en la bondad que cada uno gesta y da a luz. Y, para mí no hay duda de que no hay nada mejor que el nacimiento, porque no hay mejor ni más buena nueva que la vida, la vida buena, nueva y abundante que camina ya en la Vida.
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