“La vida en el desierto fue una vida de inconformismo, fue una protesta. Decir esto ahora es un lugar común, pero fueron los protestantes, como Harnack, quienes lo dijeron. En el desierto, la gente protestaba contra la unión, bajo Constantino, de la Iglesia y el Imperio. Cuando la Iglesia llegó a convertirse en una institución respetable, la gente comenzó a exiliarse en el desierto; y lo razonaban diciendo que, como ya o había más martirios, tenían que sufrir de alguna otra manera. Pero en realidad querían irse porque pensaban que las cosas ya no eran auténticas. Estaban, por cierto, tratando de distanciarse de los obispos, un hecho que la propaganda jamás admitió. San Atanasio se involucró con los monjes y, contra su voluntad, fueron todos arrastrados a la estructura para que colaboraban en la lucha contra los arrianos. Así, se encontraron una vez más en el establishment. Los monjes egipcios estaban muy involucrados en la política, y, con Orígenes, la situación cobró contornos mucho más siniestros.
Pero los monjes sirios se mantuvieron al margen de esas luchas, al igual que numerosos grupos que tenían poco que ver con el resto de la Iglesia. Naturalmente, los historiadores ponen en sordina todo esto. La realidad ha sido enteramente tergiversada. Los monjes fueron los grandes defensores de la ortodoxia. Es a esto, al hecho de que estamos viviendo en una sociedad atrapada, a lo que tenemos que estar atentos.
Esta sociedad bloquea el cambio cualitativo a la par que fomenta el cambio cuantitativo. Productos nuevos, nuevos artilugios aparecen por doquier. Podemos comprar más y cosas más variadas, y muy pronto reemplazarlas por otras porque se vuelven obsoletas tan rápidamente. Nunca el género humano ha estado tan cosificado y sometido a una situación predeterminada como lo está hoy…
La sociedad de hoy también admite el cambio, pero neutraliza la protesta y puede, en gran medida, absorberla. Así que los esfuerzos de paz, por mucho que se remueva y agite el avispero, no van a cambiar nada. La gente está empezando a darse cuenta de ello, y a desesperarse, porque es una situación terrible. Si ustedes tienen conciencia de este hecho, se darán cuenta de lo indefensos que estamos en realidad. Y en cuanto a nosotros (los consagrados), nos encontramos en un doble atolladero, porque no sólo estamos resistiendo a una estructura conservadora que es la nuestra sino que, aun cuando saliéramos de ella, seguiríamos estando en otra que tampoco es libre. Necesitamos saber exactamente en qué medida podemos vivir nuestra propia vida”.
(TM, Los manantiales de la contemplación, 134-135)
Imprescindible libertad, a lo largo de la historia exigida y conquistada, buscada y alcanzada, soñada y encontrada. Y sagrada libertad, al ser humana. Así la canta Nacha Guevara en una preciosa canción:
ResponderEliminarPor el pájaro enjaulado.
Por el pez en la pecera.
Por mi amigo, que está preso
porque ha dicho lo que piensa.
Por las flores arrancadas.
Por la hierba pisoteada.
Por los árboles podados.
Por los cuerpos torturados
yo te nombro, Libertad.
Por los dientes apretados.
Por la rabia contenida.
Por el nudo en la garganta.
Por las bocas que no cantan.
Por el beso clandestino.
Por el verso censurado.
Por el joven exilado.
Por los nombres prohibidos
yo te nombro, Libertad.
Te nombro en nombre de todos
por tu nombre verdadero.
Te nombro y cuando oscurece,
cuando nadie me ve,
escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Escribo tu nombre
en las paredes de mi ciudad.
Tu nombre verdadero,
tu nombre y otros nombres
que no nombro por temor.
Por la idea perseguida.
Por los golpes recibidos.
Por aquel que no resiste.
Por aquellos que se esconden.
Por el miedo que te tienen.
Por tus pasos que vigilan.
Por la forma en que te atacan.
Por los hijos que te matan
yo te nombro, Libertad.
Por las tierras invadidas.
Por los pueblos conquistados.
Por la gente sometida.
Por los hombres explotados.
Por los muertos en la hoguera.
Por el justo ajusticiado.
Por el héroe asesinado.
Por los fuegos apagados
yo te nombro, Libertad.