La
editorial TROTTA publicó en el año 2000 la edición en español del “Diario de Asia” de Thomas Merton (The
Asian Journal of Thomas Merton). Este
volumen recoge las notas de Merton en su periplo asiático ocurrido entre el 15
de octubre hasta el8 de diciembre de 1968, dos días antes de su muerte,
ocurrida en Bangkok, Tailandia. Cada vez que releemos un
libro, que es importante para nosotros, descubrimos elementos que escaparon en
la lectura anterior, y conseguimos integrarlo mejor en la visión general que tenemos de su autor o
del tema que trate. En el caso de Merton la lectura y relectura de sus libros
me ayuda a sentirle siempre muy cerca, y me sirve de acicate en mis personales
búsquedas espirituales, para las que Merton es maestro indiscutible.
Volviendo
al libro en cuestión, el “Diario de Asia” en esta edición de Trotta trae varias
presentaciones, la primera de S.S.
el Dalai Lama, quien se encontró en tres ocasiones con Merton durante el viaje
que el libro reseña. Esta edición en español estuvo en manos de dos conocedores
de la obra de Merton, citados a menudo en este blog: Francisco R. De Pascual,
ocso y Fernando Beltrán Llavador, además de las correspondientes a la edición en inglés, firmadas por
personas cercanas a Merton, como es el caso de Patrick Hart y James Laughlin.
Luego está el diario, dividido según las etapas del viaje: Vuelo hacia el Oriente,
Calcuta, Nueva Delhi, El Himalaya, Madrás, Ceilán, Bangkok; incluye además
algunas fotografías y luego cierra con una posdata, escrita también por Patrick
Hart.
La segunda parte del libro se titula “Lecturas Complementarias” y luego
varios apéndices, que contribuyen a
completar la visión y comprensión de esta etapa, corta pero importante en la
vida de Merton. Entre lo que aparece ahí esta la carta circular enviada por
Merton a sus amigos antes del viaje, las charlas que Merton dio, y la carta
enviada al abad de Getsemaní por varios participantes en la conferencia de
Bangkok acerca de la muerte de Merton.
Creo que este es un libro fundamental para la comprensión del camino espiritual de
Thomas Merton, y que es además una
fuente importantísima de datos referidos a su vida, sus amigos, sus lecturas,
sus libros y un largo etcétera. Para quienes siguen dudando de la fidelidad de
Thomas Merton a su condición de monje y sacerdote católico aquí aparecen varias
referencias que apuntan todo el tiempo a que, en medio de aquel mundo que le
fascinaba e interesaba por muchas razones, él seguía siendo un monje de Getsemaní,
un sacerdote católico y un contemplativo
cristiano.
Para la espiritualidad cristiana católica que vivimos todos aquellos que no tenemos ninguna dependencia vital con la institución eclesiástica vaticana que dirige las manifestaciones religiosas, no tiene la menor relevancia si Merton fue o no sacerdote, si cumplía o no con todos los cánones establecidos para catalogarlo así oficialmente.
ResponderEliminarPorque ni para Merton, ni para nadie, supone un mayor o menor mérito, otorga más o menos valor, confiere un grado mas elevado de consagración a Dios, ni es un signo de mayor santidad, el hecho de que permaneciese en las funciones de una ministerio establecido y regulado por los hombres.
Ya es hora de que nos liberemos de la carga de los siglos de exégesis que han obedecido y responden a conveniencias de subsistencia e inmovilismo institucionales.
Pero no podemos olvidar a quien seguimos. No podemos confundirnos de Maestro, de Pastor, de Padre. Abramos los ojos y veamos claro. Creamos y vivamos a Jesús como verbo, no como sustantivo, a pesar de todos los pesares, a pesar de que que Joseph Ratzinger (oficialmente encumbrado como su máximo representante, investido de la infalibilidad) sea el hombre que ostenta el quinto puesto de poder en el mundo. A pesar de que la iglesia católica sea una institución que ocupa el segundo puesto mundial en la posesión de reservas de oro (el primer puesto es de USA). Por no hablar de su inmenso patrimonio artístico, inmobiliario y bancario.
No renunciemos por eso a creer en la utopia del Reino, no renunciemos a reivindicar otra iglesia, renovada en su organización, en sus ministerios, en sus cánones, en las clasificaciones para el pueblo de Dios. Hay que desprenderse de mucho lastre, si queremos que la nave siga navegando.
Porque seguimos al Jesús histórico, al Galileo, al judío marginal, al hombre laico que no fundó ninguna religión, ni levantó templos ni ordenó sacerdotes, ni hizo discriminaciones de género. Seguimos al profeta y místico que nos reveló a su Abba (Madre/Padre), Amor incondicional, infinita bondad y ternura. Seguimos su memoria subversiva, la del hombre que se enfrentó al poder del Imperio y al poder del Templo, al hombre que reclamaba la liberación política y la religiosa. Al Jesús parido por una mujer valiente, que hizo apuesta por su fe y siguió a su conciencia por encima de presiones sociales y obediencias instituidas. Seguimos al Jesús Cristo de la fe, de la historia, por el que supimos que el final no es posible cuando se ama. Por eso sentimos, experimentamos que El sigue vivo, viviendo en cada uno de nosotros, partiendose y repartiendose en cada célula de nuestra humanidad, regalándose para que tengamos una vida feliz y en abundancia.