"Toda palabra que sale de la boca de Dios es alimento de vida eterna para el alma...
En la Escritura existen por doquier puertas y ventanas abiertas a la mismísima eternidad.
Leyendo la Escritura, me he sentido tan renovado que toda la naturaleza parece igual renovada en torno a mí y conmigo".
Thomas Merton, Diarios, 1949.
ResponderEliminarPareciera que hay palabras de la Escritura, puestas especialmente ahí para cada uno de nosotros. No hay modo de evadir esta interpelación directa, del Dios que es Palabra, para cada persona, cada comunidad, toda la humanidad y el universo. Efectivamente,como dice Merton,tiene efecto renovador la palabra del Dios que es cotidiana renovación.
Esa Presencia del Misterio, que llamamos Dios, habla en la creación entera, en la vida, y habla sobre todo en la palabra encarnada, somos todos voz sagradamente humana de Dios.
ResponderEliminarLa vida es la que nos abre puertas y ventanas a la eternidad, siempre. Lo que ocurre es que están escritas en un alfabeto y un idioma que a veces ni sabemos pronunciar, ni traducir: el del amor.
Los textos bíblicos del AT son una más de las manifestaciones en que la palabra encarnada (el hombre) ha expresado míticamente al Misterio, en un momento espacio temporal de la historia. Y el NT es el relato de fe de los seguidores de un hombre que hizo de su vida una revelación nueva del Amor: Jesús, el Galileo de la historia, El Cristo de la fe.
En cualquier caso, la madurez me ha regalado una visión más abierta del Misterio que llamamos Dios, y cada vez tengo más claro que hay que buscarlo en las hojas de la vida, en los renglones de cada persona, y no tanto en las líneas de los libros, por mucho que se hayan catalogado de sagrados.
Una interpretación literalista y racional de la Sagrada Escritura impide el acceso real al tesoro peremne que ella guarda. La lectura en la cultura occidental de los textos bíblicos adolece casi siempre de amplitud y libertad por esta razón; el espíritu de la filosofía griega con el que los teólogos cristianos interpretaron las Escrituras cambió progresivamente el sentido de los textos. La Biblia no pretende ofrecer leyes y verdades exactas, dogmáticas, sino pistas y recursos espirituales para buscar a Dios en la historia humana y la propia vida.
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