"Acepta que aún no eres santo, aunque comprendas que la única cosa por la que merece la pena vivir es la santidad. Entonces te sentirás satisfecho permitiendo que Dios te conduzca hacia la santidad por sendas que no puedes comprender. Caminarás en la oscuridad sin preocuparte por tí mismo ni compararte con otras personas. Quienes han avanzado por este camino han descubierto finalmente que la santidad está en todas las cosas y que Dios está siempre con ellos; despiertan de improviso y descubren que la alegría de Dios está en todas partes".
Thomas MERTON, El libro de las horas, 100.
Dice Merton:
1. La santidad no es algo que se posee, sino algo que se persigue, que se anhela, y que al final se recibe como don.
2. Que no hay nada más hermoso, por lo que valga la pena vivir, que la comunión con Dios, el vivir en el corazón de Dios.
3. Que los caminos de la santidad son siempre nuevos y sorprendentes, no son lógicos sino desconcertantes.
4. Que los caminos para buscar a Dios son tantos como personas exísten en este mundo, más allá de parametros comunes y compartidos.
5. Que Dios está en todas partes, y en todas partes ama y alegra nuestra vida.
Que en este 2013 sigamos en el camino ascendente de la santidad. Es un camino alegre y arduo, que a menudo parece cuesta abajo, que desconcierta y sorprende, que revela y libera. Es el camino del amor y del perdón, del combate y la rendición, la pelea en la noche con el ángel para que nos bendiga, el caer rendidos pidiéndole a Dios que nos quite la vida; todo eso acaba revelándonos, al decir de Merton, que Dios está en todas partes y que derrama su amor sobre nosotros cada jornada, para que vivamos ALEGRES.
Respecto a la santidad, creo que todos somos santos, somos semilla de Dios, carne espiritual habitada. Además pienso que al Dios revelado en Jesús poco le condicionan nuestras santidades, y menos aún las elevadas a los altares oficiales.
ResponderEliminarEn cuanto a la entrada del "ministerio creativo", en el blog de Nouwen, mi opinión es la de todos aquellos que opinan que en el pueblo que sigue a Cristo, en la comunidad de discípulos están de más los ministerios "ordenados". El servicio y la utilidad a los demás, a los que sufren, no requiere de categorías y titulaciones oficiales, que sólo generan estructuras de poder y veneración.
Comparto este artículo de José M. castillo:
Los autores del N. T. evitaron cuidadosamente utilizar el término "sacerdote" para designar a los ministros o responsables de las comunidades cristianas. Y es importante recordar que esta actitud se mantuvo hasta el siglo III. Como es lógico, si en la Iglesia de los dos primeros siglos se cuidó evitar esta designación, por algo sería, es decir, alguna razón tendrían aquellas comunidades para no utilizar jamás el título de "sacerdote" cuando se referían a los líderes de las comunidades. Esto da que pensar. Sobre todo, si tenemos en cuenta que, como no podía ser de otra manera, todos los grupos religiosos de la antigüedad tenían naturalmente una nomenclatura (consagrada y aceptada) para designar a sus cuadros de mando. Sin embargo -y por más sorprendente que pueda parecer-, las primeras comunidades de la Iglesia tomaron, para designar a los cargos en las comunidades, nombres tomados de las instituciones civiles.
La Iglesia naciente no toleró títulos "sagrados", sino nombres o calificativos "civiles" y, en ese sentido, "laicos". Nos guste o no nos guste, así fue. Y lo lógico es pensar que esto no pudo ser mera casualidad. Sin duda, esto tiene su lógica relación con el título mismo de "Iglesia", que es la versión a nuestra lengua del término griego "ekklesía", la palabra técnica que se utilizaba en Grecia para designar a la asamblea de ciudadanos libres, reunidos para tomar democráticamente sus decisiones.
Nada de esto impedía creer en Jesús el Señor. Y ser testigos de la fe. Es más, sin duda alguna, los primeros cristianos vieron que era así cómo tenían que denominarse y hacerse presentes en la sociedad del Imperio.
Precisando más: en la primera mitad del s. III, los ministros de las comunidades empezaron a utilizar los términos "orden" y "ordenación".
Ahora bien, estos términos remitían, ya entonces y sobre todo entonces, a las ideas de "honor", "dignidad" y "potestad". En efecto, el "ordo" y la "ordinatio" eran, en aquel tiempo, conceptos clave en la organización de la sociedad. Porque eran los términos clásicos para designar el nombramiento de los funcionarios imperiales, sobre todo del emperador. El "ordo" tenía, en el imperio romano, la significación de "clase social", de manera que existían tres "ordines": el orden de los senadores ("ordo senatorum") y el orden de los caballeros ("ordo equitum"), que se situaban claramente sobre la plebe o pueblo llano ("ordo plebeius") (Pauly-Wissowa, 18/1, 930-936).
Es claro que los ministros de las comunidades, en el s. III, se apropiaron el "orden" y la "ordenación", como títulos de dignidad y supremacía, para diferenciarse de la gente sencilla y, por tanto, de la comunidad. En buena medida, se puede decir que el derecho y la cultura del imperio fueron más determinantes que el Evangelio.
(Sigue)
ResponderEliminarJesús había reprendido insistentemente a los discípulos y apóstoles por sus pretensiones de ser los más importantes, de situarse los primeros (Mc 10, 35-45 par; Mc 9, 33-37 par). El criterio de Jesús es que los primeros tenían que situarse como los últimos (Mt 20, 16; Mc 10, 31). En este sentido, la Iglesia tendría que ser la subversión del "orden" de este mundo. Pero el "clero", como "porción escogida", no quiso que fuera así.
Como es lógico, toda institución que pretenda perpetuarse ha de tener un mínimo de organización, una estructura. Pero eso se puede hacer de muchas maneras. Jesús no quiso, en el movimiento que el ponía en marcha, reproducir los modelos organizativos de los poderes de este mundo. Y, con claridad y firmeza, los primeros cristianos entendieron que la Iglesia no tiene por qué ser guiada por "hombres sagrados" o "consagrados". Pero el hecho es que en la Iglesia se trastornó el ideal utópico de Jesús. El ideal de quien está convencido de que todo el que sube, por eso mismo, divide; mientras que todo el que baja, por eso mismo, une. Ya el autor de la primera carta de Pedro se dio cuenta del peligro que acechaba, a las comunidades de la Iglesia, cuando, dirigiéndose "a los responsables de las comunidades", les dijo: "cuidad del rebaño de Dios que os han confiado, cuidando de él no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sacar dinero, sino generosamente; no tiranizando a los que os han confiado, sino haciéndoos modelos del rebaño" (1 Pe 5, 1-3).
No cabe duda de que desde el N. T. hasta hoy, se ha producido un "desarrollo del dogma". Pero ¿podemos los cristianos admitir un “desarrollo" que resulta contradictorio con el Evangelio?
ResponderEliminarMerton, santo imperfecto: enséñanos con tu palabra y el testimonio de tu vida doliente a intentar el camino de ser frágiles pero alegres seguidores amigos de Jesús o sea, a ser santos. Que no nos desanime el desconcierto, que no se nos marchiten los asombros.