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martes, 30 de junio de 2020

LOS DIARIOS DE THOMAS MERTON: CAMINO DE CONVERTIRSE EN MONJE Y ESCRITOR


El segundo volumen  publicado de los diarios de Thomas Merton (Entering the Silence, 1941-1952) es el más extenso de todos, y empieza con el día en que fué recibido oficialmente como postulante en la abadía de Gethsemani; concluye una década después con el famoso pasaje "Vigilante contra el fuego" (Fire Watch) en el que Merton, ya en ese momento Father Louis, es maestro de los nuevos monjes profesos. Es un recorrido nocturno a través del monasterio, a la vez que un viaje metafórico a través de su propia historia como monje trapense. 

 En realidad el diario no cubre totalmente el  período completo antes citado. El volumen consta de tres partes: la primera, tiene solo seis entradas (escritas entre el 13/12/1941-3/4/1942); son fragmentos salvados de su diario de novicio, que se habrían destruido a no ser por siete poemas escritos en esas páginas, y alguna prosa adyacente. 

Luego ya no hay material entre abril de 1942 y principios de 1945, cuando empieza la segunda parte, "A Journal-Memoir: Dom Frederic Dunne".Es una recopilación de entradas, escritas en el transcurso de tres años, centradas en el primer abad de Merton, y que tenían como propósito compartir recuerdos para una posible biografía. Estas notas fueron encontradas entre los papeles de otro monje, y son una muestra del respeto y cariño que tenía Merton a este abad, que le acogió en el monasterio y le animó a escribir.

La parte tercera es la más amplia y la más importante ("The Whale and the Ivy"/"La ballena y la Hiedra"), y parte de ella fue publicada como libro, bajo el título "El signo de Jonás" (es el libro de Merton que más leí, de modo continuado, durante varios años). Abarca  desde el 10/12/1946, quinto aniversario del ingreso de Merton en Gethsemani,  hasta el 5/7/1952, fecha que se da la vigilancia contra el fuego. 

 En conjunto, el diario de este período es más mundano, y contiene muchos detalles de rutinas ordinarias en la vida cotidiana, de lecturas de Merton, etc, y muchas de ellas no hicieron parte de El signo de Jonás. Son pasajes más testimoniales, en los que aparece Merton tratando de armonizar sus deseos de soledad con  la atareada vida trapense en un monasterio abarrotado, y su doble vocación de monje y escritor

 En este período que recoge este segundo volumen de los Diarios ocurrieron acontecimientos importantes en el proceso vocacional monástico de Merton: su profesión de votos solemnes, el 19 de marzo de 1947, su ordenación sacerdotal el 25 de mayo de 1949; en noviembre de ese mismo año comienza a dar clases de Sagrada Escritura, Historia Monástica y Espiritualidad a novicios y monjes jóvenes; y en mayo de 1951, es nombrado maestro de estudiantes, a cargo de los nuevos monjes profesos. 


Varios acontecimientos relacionados con el monasterio impactaron a Merton en este período: la muerte de un abad, Frederic Dunne (agosto, 1948), y la elección de uno nuevo, James Fox, que será su superior durante casi dos décadas. También la visita de Dom Gabriel Sortais, abad general, la celebración del centenario del monasterio, con nuevos proyectos de escritura para esa ocasión, el crecimiento de la comunidad, más de 200 monjes, que se alivia un poco con nuevas fundaciones en Utah y Carolina del Sur. 

 También esta es la etapa en que Thomas Merton se hace famoso, tras la publicación de su autobiografía, "La montaña de los siete círculos"; además publicó varios libros y folletos, entre ellos: "Semillas de Contemplación", "Las Aguas de Siloé", y "Ascenso a la Verdad". 

El diario recoge las luchas de Merton con problemas que lo inquietan y su modo de enfrentarlos; los principales son su deseo constante de una soledad mayor, que le hace plantearse una y otra vez la posibilidad de cambiarse a una orden más eremítica, y las dificultades que ve en "vivir la vida espiritual con el bagaje de un artista". Ninguno de estos problemas se resolverán por completo, pero Merton aceptará que forman parte de su búsqueda personal y que no tienen soluciones simples. La contradicción forma parte del camino, y va encajando los conflictos de modo que acaben convertidos en su modo singular de alcanzar la santidad.

Empieza a descomponerse un poco la visión con la que llegó al monasterio, demasiado maniquea, propia del entusiasmo de su conversión, y va entendiendo progresivamente que su vocación no implica dar la espalda al mundo. Poco a poco se irá preocupando y ocupando, desde su condición monástica, de los conflictos sociales y las batallas que libra la humanidad en ese momento. Escribe: "No creo que ser monje signifique vivir en la luna". Lo que conocemos como la "Epifanía de Louisville" (18/marzo/1958) no aconteció de pronto, de una vez, sino que se fue preparando desde estas fechas, tal y como lo refleja una entrada de los diarios del 3 de marzo de 1951: "He venido al monasterio para encontrar mi lugar en el mundo, y si no encuentro ese lugar estaré perdiendo el tiempo en el monasterio...".

El proyecto de Merton, de vivir plenamente su condición humana, a la par que su santidad como cristiano, comienza a gestarse a principio de los años 50, y dará sentido y razón a sus dos vocaciones: monje y escritor

martes, 23 de junio de 2020

LA HABANA DE 1940, VISTA POR THOMAS MERTON

Abril de 1940. La Habana, Cuba.

 "La Habana es una ciudad bañada en el éxito, una buena ciudad, una ciudad real. En ella hay abundancia de todo, inmediatamente accesible y, hasta cierto punto, accesible a todos. La animación de los bares y cafés no está secuestrada tras las puertas y los vestíbulos: todos ellos están ampliamente abiertos a la calle, adonde llegan la música y las risas, y los peatones participan en ella de la misma manera que los cafés participan también del ruido, las risas y la animación de la calle. Esa es otra característica de la ciudad de tipo mediterráneo: la completa y vital compenetración de todos los ámbitos de la vida pública y comunitaria. 

La vida real de estas ciudades se encuentra en la plaza del mercado, en el ágora, el bazar y los soportales. Vendedores de billetes de lotería, de tarjetas postales o de ediciones extraordinarias de periódicos vespertinos (casi cada minuto aparece la nueva edición de algún periódico) entran y salen de la multitud y de los bares. Bajo los soportales se instalan músicos que cantan y tocan algún instrumento, para desaparecer después. Si estás comiendo en una mesa de las terrazas de la plaza, participas de la vida de toda la ciudad. A través de los soportales puedes ver, recortada contra el cielo, una musa alada de puntillas en la parte superior de una de las cúpulas del Teatro Nacional. En la parte baja, los árboles del parque central: y todo el mundo parece estar circulando a tu alrededor, a pesar de que los viandantes, literalmente, ni vienen ni van de las mesas en que se sientan los comensales, que ingieren sabrosos platos de judías negras o pintas. 

La comida es abundante y barata; pero, además, si no tienes dinero, no tienes que pagar por ella, porque es de todo el mundo: se desborda e inunda las calles. Tu animación no es algo privado, pertenece a todos los demás, porque cada uno te lo ha dado a ti en primer lugar. 

Cuanto más observas la ciudad y te mueves por ella, tanto más amor recibes de ella y más amor le devuelves; y si así lo deseas, pasas a formar parte integrante de ella, de todo complejo abanico de alegrías y ventajas; y esto, después de todo, es el modelo mismo de la vida eterna, un símbolo de salvación. Esta pecadora ciudad de La Habana está construida de tal manera que cualquiera que sepa vivir en ella puede interpretarla como una analogía del reino de los cielos".

Thomas Merton
Diarios

sábado, 20 de junio de 2020

UNA AMISTAD ENTRE TRES

Thomas Merton, Robert Lax y Edward Rice se conocieron y fueron amigos en la universidad, y luego siguieron siendo amigos de toda la vida, e innovadores literarios e iconoclastas espirituales. Su amistad y colaboración comenzaron en el Columbia College en la década de 1930 y alcanzaron su punto culminante en una aclamada revista, que se extendió de 1953 a 1967, un año antes de la muerte de Merton. Rice fue fundador, editor, editor y director de arte; Merton y Lax son dos de sus colaboradores más firmes. Conocidos en el campus por su buen humor, su aprecio vanguardista por el jazz y Joyce, y su amor indiscreto por el cine, también compartieron su fe católica. Rice, cuna católica, fue el padrino de Merton y Lax. 

Merton, quien murió unos 30 años antes que los otros dos, fue el primero en alcanzar la fama con su autobiografía espiritual más vendida, The Seven-Story Mountain. Lax, a quien Jack Kerouac denominó "una de las grandes voces originales de nuestros tiempos", finalmente recibió el reconocimiento como uno de los "poetas experimentales más grandes de Estados Unidos, un verdadero minimalista que puede tejer poemas increíbles con pocas palabras" (New York Times Book Review) . Pasó la mayor parte de los últimos 35 años de su vida viviendo frugalmente en una de las islas griegas más remotas. Después de que Jubilee , la revista antes citada, dejara de publicarse, Rice escribió 20 libros sobre cultura mundial, religión y biografía. 

Su biografía de Merton en 1970, El hombre del árbol de sicómoro, fue juzgada demasiado íntima, directa y sincera por aquellos que, en palabras de Lax, "intentaban con tanta fuerza obtener imágenes del halo [de Merton] que echaban de menos su rostro". Su biografía del explorador y "orientalista" del siglo XIX Sir Richard Burton se convirtió en un éxito de ventas del New York Times.

Este libro no es solo la historia de una amistad tripartita, sino una descripción detallada de los cambios en la vida católica estadounidense en los últimos sesenta y tantos años, una micro historia del catolicismo progresivo desde la década de 1940 hasta el siglo XXI. A pesar de su lealtad a la iglesia, los tres a menudo no estaban de acuerdo con sus posiciones, se quejaban de su tolerancia a la mediocridad en el arte, la arquitectura, la música y la vida intelectual y su comodidad con el materialismo estadounidense y el poder militar. Y cada uno a su manera se involucró en una búsqueda espiritual que se extendió más allá del cristianismo a las grandes religiones de Oriente.

¿QUÉ ES UN MÍSTICO HOY? (Javier Melloni)

Hoy, como en todos los tiempos, un místico es alguien tan necesario como inútil para su generación. Es inútil porque no produce nada y lo que ofrece no se puede comprar ni vender. No tiene precio en el mercado. Se escapa a quien lo quiere prender y confunde a quien lo quiere comprender. Por ello hay que apartarlo, porque se interpone entre la inmediatez de lo que hay que lograr y producir.

El místico dice: lo que verdaderamente es, ya existe. Sólo hay que aprender a percibirlo. Molesta también a la institución, porque la relativiza y le recuerda que el cielo que ha pintado en el interior de sus bóvedas no es el cielo abierto auténtico. Pero, a la vez, su presencia es indispensable porque señala un modo de existencia que anhelan todos los seres y las mismas instituciones. Ha nacido para alentar la llama sagrada que arde en todos y en todo.

El fuego del místico es diferente al del profeta. Éste señala y grita lo que falta, mientras que el místico indica lo que ya es. El profeta habla del todavía no, mientras que el místico habla del ya sí. Ambas cosas son necesarias. Parafraseando a Raimon Panikkar, “el místico no es el que tiene esperanza del futuro sino de lo Invisible”.

El místico no es ingenuo, sino inocente. La ingenuidad es una inmadurez que hace ciegas y torpes a las personas, porque les impide confrontarse con los elementos oscuros de la realidad y de sí mismos, mientras que el inocente lo ve todo, lo percibe todo y, sin echarse atrás, se entrega.

Otra de las cosas propias del místico es su capacidad de conjugar paradojas. Por un lado, es alguien exquisitamente cercano a las personas y a sus situaciones, pero son sagradas para él -o ella-; por eso no las malgasta. Y por ello también sabe escuchar, y entiende lo que los demás no entendemos. Habla, mira, comprende desde un lugar diferente; a veces, tan diferente, que parece locura. Pero su locura no es más que el choque que produce en nosotros su anticipación de Realidad. Ama cada objeto, cada planta, cada pétalo, y queda fascinado por ellos, pero, a la vez, puede prescindir de ello. Todo él es ternura, pero también vigor, como dice Leonardo Boff sobre Francisco de Asís. Es frágil y fuerte a la vez.

No puede soportar el dolor de los pequeños. Ve desde ellos y para ellos, y su oración es siempre por ellos. Es concreto, arraigado en su tiempo y en su lugar, capaz de un hablar sencillo y de poner ejemplos que los más pequeños comprenden, y a la vez, es universal, porque percibe lo que atañe a la condición común de los humanos. Ve la parte en el todo y el todo en la parte. Podríamos decir que tiene un instinto fractal, que es tal como hoy los científicos comprenden que está constituido el entramado de la realidad.

Es de una libertad soberana pero, a la vez, está al servicio de todos, porque percibe la irrepetibilidad de cada persona y de cada cosa, y ello le hace caminar por tierra sagrada. Acoge a cada ser como una epifanía y, estremecido, se somete libremente porque sabe que su yo no le pertenece, sino que es sólo receptáculo y testigo de las existencias ajenas.

Ama su tradición, aquella que le ha nutrido y le ha guiado, pero no hace un absoluto de ella. Sabe que “ser original es retornar a los orígenes” (Gaudí), no para repetirlos sino para recrearlos. Y el origen de cada tradición está más allá de ella misma, antes de que surgiera. Conoce el camino de la Fuente, “aunque es de noche”.

Su fe es transconfesional, porque sabe que la existencia está atravesada de Presencia y ello es lo que celebran todas las tradiciones. Se alegra con ellas, por su diversidad y su riqueza. Como un compás, con un pie está arraigado en su propio centro, y con el otro recorre los círculos de la alteridad. Este centro no es sólo el de la tradición a la que pertenece, sino que es un Centro más hondo que, descentrándole, le recentra.

Todo él está vacío. Su existencia es un pasaje por el que otros transitan para descubrirse a sí mismos. Como un icono, su sola presencia ayuda a los que le rodean a descubrir la hondura que les habita. Él sólo calla y ve. Y su alegría, tanto como su nostalgia, son inmensas.

Fotografías: Yazmi Palenzuela.
Texto: tomado de Facebook.

viernes, 19 de junio de 2020

LOS DIARIOS DE THOMAS MERTON: HISTORIA DE UNA VOCACIÓN


El primer volumen de los diarios publicados de Thomas Merton, Run to the mountain (1939-1941), comprende tres diarios de los que llevó Merton antes de entrar como postulante trapense en la abadía de Gethsemani. El primero trata de su vida mientras residía en la calle Perry, de la ciudad de Nueva York; el segundo, de su viaje a Cuba (con una parada en Miami); el tercero, trata de su vida en el colegio San Buenaventura, donde enseñó durante año y medio. 

 The Cuban interlude (Interludio cubano), que recoge el período entre el 18 de febrero y el 30 de mayo de 1940, es el más corto de los tres diarios (76 páginas), pero contiene algunas de las mejores descripciones de este volumen. El diario de la calle Perry (150 páginas) cubre el período que va del 2 de mayo de 1939 al 13 de febrero de 1940, y entre otras cosas recoge su aceptación, rescindida más tarde, en la orden franciscana.  El diario final de este volumen, los años en San Buenaventura (1940-1941) es el más largo (240 páginas), y detalla la historia de su vida como profesor en ese College, alcanzando su punto culminante en su visita de Semana Santa a la abadía trapense de Gethsemaní, llevando al lector al umbral de su vida monástica. 

 Reunidos estos tres diarios conforman un libro extraordinario. Vemos en ellos al escritor novel tensar los músculos literarios para su propio deleite (estaba en la mitad de la veintena y no había publicado sino algunos artículos en periódicos escolares y algunas críticas de libros). No cabe duda de que a Thomas Merton le gustaba escribir y de que dudaba de día en día acerca de sobre qué podría hacerlo; escribe  de modo uniforme, hay pasajes espléndidos de reflexión que tocan profundamente el alma humana, hay inteligencia y humor, con tendencia a usar superlativos. Evidencia también una memoria prodigiosa. 


En 1939, cuando comienza Run to the Mountain, hacía medio año que Merton había entrado en la Iglesia Católica romana, y el impacto de ese acontecimiento es patente a lo largo de todas sus páginas; vuelve a ello una y otra vez, a la vez que recuerda que San Juan de la Cruz pone como necesidad en este camino el borrar la memoria. El libro además trae unas descripciones maravillosas; Merton fue siempre aficionado a las guías turísticas, pero sus descripciones de la Habana superar con creces cualquier otro pasaje del texto

 Una buena parte de las estrecheces de pensamiento de la Iglesia Católica en los primeros años de la década del 40 se evidencian dolorosamente en estas páginas de Merton: tópicos sobre judíos y protestantes, imágenes piadosas y descripciones del purgatorio. Pero sin dudas el acontecimiento culminante del libro es  la visita de Merton al monasterio de la Trapa en  la Semana Santa de 1941: quedó extasiado, y escribió: "Este es el centro de América. Me había preguntado qué era lo que mantenía unido a este país... Es este monasterio... la única ciudad auténtica de América en un desierto". 

 Estas entradas de su diario están llenas de amor por la vida monástica y de alegría por encontrarse en Gethsemaní, cita a San Bernardo, y habla de su amor a Santa Teresita. Aún temía Merton que su pasado pudiera impedirle acceder al sacerdocio, pero de regreso al colegio se armó de valor para preguntarle a uno de los frailes, quien le contestó rápidamente que tal impedimento no existía. Escribe entonces a Gethsemaní y espera la respuesta: así termina este volumen que recoge sus primeros diarios. 

[Este libro está publicado en inglés, pero podemos acceder a parte de él en el resumen de sus diarios que sí está publicado en español, ya sea en la edición de ONIRO, en dos volúmenes, como en la de MENSAJERO].  

Estas notas están tomadas del DICCIONARIO DE THOMAS MERTON (Mensajero).

jueves, 18 de junio de 2020

LOS DIARIOS DE THOMAS MERTON

Thomas Merton escribió diarios la mayor parte de su vida adulta; empezó a escribirlos a una edad muy temprana, con 16 años de edad.  Escribirlos era una forma de expresión personal y también una herramienta de autodescubrimiento y de crecimiento personal. Se había familiarizado pronto con la idea de que su vida sería de una riqueza inagotable si escribía acerca de la misma. 

Tras la entusiasta acogida de su autobiografía y superventas, La montaña de los siete círculos, Merton seleccionó entradas de sus diarios (de 1946 a 1952) y los publicó en 1953 con el título The sign of Jonas (El signo de Jonás). En 1959 publicó entradas selectas de  sus diarios pre-monásticos en The Secular Journal (El diario secular de Thomas Merton), y en 1966 las tomó para Conjeturas de un espectador culpable de los diarios que había llevado durante la década anterior. 

Varios de sus diarios fueron publicados póstumamente: The Asian Journal (Diario de Asia), Woods, Shore, Desert (Bosques, costa, desierto), A Vow of Conversation (Diario de un ermitaño: un voto de conversación), The Alaskan Journal (Diario de Alaska), que contiene  el texto del diario de su visita a Alaska y las conferencias que impartió allí.  

Cuando Merton planeó el futuro de su patrimonio literario, quiso que sus diarios personales se pusieran a disposición del biógrafo que había designado y dio permiso para que fueran publicados a los 25 años de su muerte. Entre 1995 y 1998, Harper San Francisco publicó en siete volúmenes sus diarios completos, que abarcan el período comprendido entre mayo de 1939 a diciembre de 1968, con el hermano Patrick Hart como editor general. TRanscriben los manuscritos de Merton, y el título de cada volumen se debe a su editor.

Los volúmenes son estos

1. Run to the Mountain: The Story of a Vocation (1939-1941) [Corre a la montaña: historia de una vocación].

2. Entering the Silence: Becoming a Monk and Writer (1941-1952) [Entrando en el silencio: primeros pasos como monje y escritor].

3. A Search for Solitude: pursuing the Monk´s True Life (1952-1960) [Búsqueda de la soledad: TRas el ideal de la vida monástica]. 

4. Turning Toward The World: The Pivotal Years (1960-1963) [Volviéndose hacia el mundo: Los años decisivos]. 

5. Dancing in the Water of Life: Seeking Peace in the Hermitage (1963-1965) [Bailando en el agua de la vida: Buscando la paz en la ermita].

6. Learning to Love: Exploring Solitude and Freedom (1966-1967) [Aprendiendo a amar: Explorando la soledad y la libertad]. 

7. The Other Side of the Mountain : The End of the Journey (1967-1968) [La otra cara de la montaña: El final del viaje].

En 1999 se publicó un octavo volumen, The Intimate Merton: His Life from His Journals [Diarios: La vida íntima de un gran maestro espiritual, 2 volúmenes, compuesto por pasajes de los otros siete volúmenes publicados. 

La publicación de los diarios personales de Merton aporta a los lectores algo más que un documento de su vida; los diarios dan acceso a su misma vida: la batalla de Merton con el significado de la fe y la vocación, de la contemplación y la compasión, de la soledad y el amor. La franqueza de Merton revela la complejidad  de su personalidad, sus puntos fuertes y débiles. Los puntos que tocó en sus libros -la oración, la contemplación, la responsabilidad social, la vida monástica, la visión ecuménica- procedían de la experiencia vivida, y los diarios son un documento de esa experiencia vista a través de la mirada del poeta y expresada con la maestría de un escritor. No todo lo que se encuentra en los diarios es elevado e inspirador - Merton puede ser frívolo e incluso crudo a veces-, pero los diarios, en su conjunto, narran una historia más grande y que merece ser narrada: el encuentro y el abrazo con Dios; la fe hallada, vivida y mantenida. 

(Tomado de: Diccionario de Thomas Merton; también del prólogo a los DIARIOS, Oniro, firmado por Patrick Hart y J. Montaldo).

martes, 16 de junio de 2020

UN VIAJE AL CORAZÓN DEL OTRO

"En cierto sentido, estamos siempre viajando, y viajando como si no supiéramos a dónde vamos. En otro sentido, ya hemos llegado. No podemos llegar a la perfecta posesión de Dios en esta vida, y por eso estamos siempre viajando y en tinieblas. Pero ya lo poseemos por la gracia, y por eso, en este sentido, ya hemos llegado y habitamos en la luz. ¡Pero cuán lejos tengo que ir para encontrarte a Ti, en quien ya he llegado!". 

(La montaña de los siete círculos, p. 419)


"¿Cuál es mi nuevo desierto? Su nombre es compasión. No existe yermo tan terrible, tan bello, tan árido y tan fructífero como el yermo de la compasión. Es el único desierto que verdaderamente florecerá como el lirio. Se convertirá en un estanque. Echará brotes y florecerá y saltará de gozo. En el desierto de la compasión, la tierra sedienta ve brotar fuentes de agua, el pobre posee todas las cosas. No existen fronteras que controlen a los moradores de esta soledad, en la cual yo vivo solo, tan aislado como la Hostia sobre el altar, que, siendo el alimento de todos los hombres, pertenece a todos y no pertenece a nadie, porque Dios está conmigo y se asienta en las ruinas de mi corazón, predicando el evangelio a los pobres". 

(29 de noviembre de 1951, en Diarios I, p. 130)

martes, 9 de junio de 2020

EL OLVIDO DEL SER

La difusión en Occidente de una espiritualidad formalista y moralista, impulsada muchas veces desde el seno de las iglesias, y asociada a la defensa de formas sociales autoritarias e injustas, dio lugar a lo que el teólogo Metz denominaba la “religión burguesa”, una enfermedad espiritual y social, que se ha ido apoderando del cristianismo, cuando es, en realidad, su caricatura manipulada: una religiosidad privatizada e intimista al servicio de los ideales conformistas de los acomodados.

Esta “religión burguesa” no fue una enfermedad que afectó solo a ciertos cristianos poco comprometidos, pues, por desgracia sigue siendo, muchas veces, la sensibilidad dominante en el seno de algunas comunidades de las iglesias occidentales, también en sus grupos aparentemente más comprometidos, desde los más activos (centrados, a veces, más en la propaganda casi con técnicas de marketing que en la promoción de la dignidad humana) a los más contemplativos (refugiados, en ocasiones, en una vida reducida a la oración, que es una evasión de la vida real y un descompromiso con los desfavorecidos).

El Concilio Vaticano II tomó conciencia de esta enfermedad en el seno de la iglesia católica e intentó poner remedio a la situación, volviendo a la experiencia cristiana de los orígenes actualizada hoy, a la religión mesiánica o humanamente liberadora que el cristianismo es. Se animó a una “desclericalización” de la iglesia, para recuperar el valor de la koinonía (comunión y fraternidad) y el verdadero sentido del ministerio sacerdotal (al servicio de la comunión), se recuperó la dimensión social y liberadora del mensaje de Jesús, su opción por la defensa de la dignidad de la persona y de la justicia, con y desde los marginados; se buscó desideologizar el anuncio del mensaje, para redescubrir la experiencia espiritual que fundamenta la doctrina, se volvió pues a intentar que la mística fuera el centro del mensaje. Una mística de los ojos abiertos, solidaria, encarnada que llevara a una perspectiva universal, al diálogo interreligioso e intercultural, fundamento de la paz desde la justicia y el amor.

Con el Papa Francisco se ha recuperado y actualizado este proceso iniciado en el Vaticano II, obstaculizado por grupos ultraconservadores muy agresivos, protegidos durante los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. El papa Francisco se ha desvinculado de esos grupos y ha continuado la línea de reforma del Vaticano II, incluyendo ahora con más fuerza la preocupación ecológica y social, pero todavía queda mucho por hacer: Es indignante la situación de discriminación de la mujer dentro de la iglesia, el laicado sigue privado de su protagonismo con muy poca influencia real en la estructura de la institución, la insuficiente garantía de los derechos humanos dentro de la institución ha favorecido los abusos espirituales (abusos de poder manipulando la conciencia) y sexuales dentro de la misma (muchos avisan de que solo estamos conociendo la punta del iceberg), lo que reclama una verdadera reforma estructural, hay que sanear también el discurso teológico y moral en puntos como la sexualidad, liberándolo de prejuicios sexófobos, homófobos y misóginos que siguen presentes en no pocas ocasiones en la cultura eclesial…

La religión burguesa sigue estando muy presente en el seno de la institución, por lo que, para sostener toda la labor de reforma y saneamiento urgente, necesitamos una fundamentación muy fuerte en una experiencia espiritual auténtica. Santa Teresa de Jesús decía que son los frutos de amor, los que nos muestran si una experiencia espiritual es auténtica o no. Amor afectivo y efectivo diría San Bernardo de Claraval. Una mística de los ojos abiertos decía Metz.

Ya K. Rahner lo intuyó hace tiempo al decir que el cristiano del siglo XXI será místico o no será (frase que él escuchó a Raimon Panikkar).

Martin Velasco ha señalado como la Mística es una experiencia que se basa en el encuentro con el Misterio transcendente (de ahí deriva su nombre), en lo más profundo de la inmanencia, en el interior del mundo humano. Transcendencia hace referencia a algo abierto, algo que no está cerrado (inmanente), por ello, la mística entiende el encuentro con el Misterio como una experiencia que no está encerrada en la mente, es decir, que nos lleva al encuentro con el Ser, con Dios para los cristianos. Por eso, la experiencia mística se realiza a través del amor, no del intelecto, incluye una dimensión cognitiva (presente siempre en el amor) pero la transciende, no se reduce todo a un cambio de conciencia, sino a una transformación del ser, una unión por el amor del ser humano con el ser divino y con toda la realidad, sin fusión ni separación.

La mística remite al Ser, a una realidad que transciende la conciencia (incluso la conciencia suprarracional), busca la unión respetando la alteridad. El gnosticismo, que es la enfermedad de la espiritualidad, remite solo a la conciencia, pues reduce todo lo real a la conciencia, una conciencia, así, encerrada en sí misma, inmanente pues, y no transcendente, que no considera real lo que está más allá de ella (el otro, la alteridad).

La mística remite a un camino espiritual integral que incluye y valora el cuerpo, las emociones, el cultivo de la razón, la contemplación, el compromiso ético personal, interpersonal y social en el encuentro con el Misterio, pues respeta la alteridad de cada ámbito en la unidad

Busca la unificación por integración. El gnosticismo tiende a focalizar, todo el camino espiritual, fundamentalmente, en la práctica de la meditación contemplativa buscando una iluminación que lo libere de la supuesta “ilusión” de la alteridad; el gnosticismo reduce la realidad de los otros y del Misterio, al negar su alteridad, encerrándose en una “gran” conciencia autocentrada, que pretende subsistir por sí misma y ser lo único real. El gnosticismo busca la unificación negando la alteridad y admitiendo solo una única realidad: la conciencia, que en esta visión es inmanente (encerrada en sí misma, pues no reconoce la plena realidad de lo que no es ella). Es la dictadura de la unidad frente a la pluralidad. La salvación- realización se logra, así, por el conocimiento (un conocimiento suprarracional) no por el amor, de ahí, el nombre de esta enfermedad espiritual: gnosticismo, de gnosis (conocimiento) como ha señalado Hans Jonas, experto en gnosticismo.

La mística al situar el fundamento de lo real en el Ser y no en la conciencia, sostiene una visión antropológica que prima la libertad sobre el intelecto. La libertad entendida como libertad ontológica, como apertura del ser humano al Ser (capax Dei, decía San Agustín, capacidad de abrirse y unirse al Ser), más que como libertad operativa (capacidad de elegir).

La tradición judeocristiana se caracteriza por esta visión que da primacía al Ser, siguiendo la revelación de Dios a Moisés como: “yo soy el que soy”. El Ser, en la síntesis que hizo Santo Tomas de la mística cristiana y la sabiduría filosófica, está más allá de la conciencia, es el acto de todos los actos (el fundamento de lo real), es transcendente (abierto, relacional) y analógico (se expresa de modo plural sin perder una dimensión común en todas sus expresiones). Está más allá de la esencia (la dimensión referida a la conciencia, no es una realidad abstracta) y de la existencia (el ser determinado). La nota que caracteriza a este fundamento de todo es precisamente ser, es decir, aparecer fuera de la nada. Esta sería su caracterización desde una perspectiva objetiva, desde una perspectiva subjetiva o interna (hablando analógicamente) su nota fundamental es la libertad, cuya plenitud es el amor. Como dice San Juan “Dios es Amor”, el Ser en su interior es amor, comunión, relación. De ahí que la mística considere a la libertad- voluntad como la facultad superior del ser humano, que integra y dirige a las otras y al amor (unión real del ente y el Ser) como la perfección del ser humano y de todo lo real. El gnosticismo tiende, sin embargo, a poner al intelecto como la facultad primera del ser humano (Santo Tomas también consideraba que el intelecto era la primera facultad pero solo desde la perspectiva constitutiva o esencial- relacionada con la dimensión intelectual de lo real- pero no desde la perspectiva dinámica de lo real, que es la más plena, pues se relaciona con el alcanzar los entes sus fines, es decir, con su perfeccionamiento, es la dimensión existencial y la más importante, y en ella prima para Santo Tomas la voluntad).

Señala Hans Jonas que el gnosticismo como principio siempre ha estado presente en el seno del cristianismo, acompañando a la mística y, en ocasiones, confundiéndose con ella. Ya Heidegger denunció el “olvido del ser” en la filosofía occidental, lo que podríamos entender como la contaminación gnóstica en parte del pensamiento occidental.

Para Cornelio Fabro, experto en la filosofía de Santo Tomas, es la propia filosofía escolástica medieval la que olvidándose de la importancia del Ser en Santo Tomas, evoluciona hacia posiciones que él denomina “esencialistas” o “formalistas”, que identifican al Ser con el “Ser esencial”, una esencia que es subsistente, es decir, con una Conciencia (la esencia hace referencia siempre a la dimensión intelectual) que existe por sí misma, regresando así a la visión gnosticista. Ya en la Edad Media las corrientes místicas van a criticar esta visión “intelectualista”, quizá el ejemplo más conocido es la crítica de San Bernardo de Claraval a Abelardo, un escolástico del momento con posiciones intelectualistas o su oposición a los cátaros, corriente espiritual abiertamente gnosticista.

Los humanistas del Renacimiento intentaron sanear este intelectualismo escolástico de la Edad Media ya decadente. Este humanismo recuperó la importancia de la libertad en la antropología humana, pero al apoyarse en la filosofía neoplatónica o hermética, en el esoterismo más que en la mística, no consiguieron regresar a la primacía del Ser, pues estas filosofías y espiritualidades eran representantes de una perspectiva intelectualista y no realista, no daban primacía al Ser sino a la Conciencia.

La modernidad nació así con una doble fuente espiritual: una fuente más sana vinculada con la mística cristiana que alimenta la revalorización del ser humano y su libertad y una fuente gnosticista, que dio lugar a las visiones racionalistas, idealistas, y por reacción, empiristas y materialistas, hasta llega al nihilismo, la tecnocracia y al capitalismo radical que vivimos, y que parece caminar hacia el transhumanismo deshumanizado.

Fue Hans Jonas quien ha vinculado la cultura y sociedad antiecológica, patriarcal, logocéntrica, mentalista e individualista que parece dominar occidente, con la influencia del intelectualismo gnóstico.

Caminar hacia una cultura y sociedad más ecológicas, más justas, menos patriarcales, menos logocéntricas y más integrales supone recuperar la mística del Ser, la libertad y el amor, y para ello, la aportación del cristianismo es esencial. Salir del inmanentismo (el encerramiento en la conciencia como única realidad) hacia la transcendencia, la apertura más allá de nosotros mismos hacia el Otro y los otros, respetando su alteridad y su comunión con nosotros es la verdadera espiritualidad no-dual, trinitaria, mística.

Hoy corremos el riesgo de querer salir de la “religiosidad burguesa” por medio de una “espiritualidad gnosticista”, que olvida el Ser o lo identifica con la conciencia. Una espiritualidad que dice ser «esotérica», transreligiosa o metarreligiosa, creyendo que así está más allá de la religión burguesa y que, en realidad, es otra cristalización más de la misma enfermedad.

Filósofos judíos como Levinas o Jonas han visto en este gnosticismo, que niega la alteridad y el Ser transcente, el error que conlleva unas consecuencias éticas graves (estaría en la base que terminó llevando al nazismo, una ideología que negó al otro su valor central). Como decía Santo Tomas: “parvus error in principio, magnus est in fine”. La reducción del Otro a ser solo una expresión de la conciencia supone fácilmente el descompromiso con el cuidado de la dignidad humana y el sentimiento de responsabilidad para con él. Si solo es importante la conciencia, que es la que nos salva, lo importante puede terminar siendo solo llevar a los demás a una experiencia de iluminación de la conciencia y no tanto el cuidado en la historia, más allá de la conciencia o la interioridad, de la justicia y la dignidad.

Sin ética y compasión la iluminación es una ilusión y, para que haya ética, el otro debe ser real, la realidad debe fundamentarse en el Ser transcendente que está más allá de la conciencia. Si solo hay conciencia, el otro desaparece engullido por una espiritualidad narcisista, que no reconoce al otro su alteridad sagrada.


(Tomado de: Cristianìa, monacato laico)

sábado, 6 de junio de 2020

LO MÁS IMPORTANTE ES AMAR

"Nunca olvides que un acto de amor hacia un semejante es el único acto importante del día. Todo lo demás no tiene valor ante Dios, e incluso podría apartarnos de él o separarnos de nuestros hermanos. ¡Con cuánta fuerza Jesús remarca esto en nuestros corazones en sus profecías sobre el juicio final! La pregunta nunca es si estamos bien organizados o actuamos correctamente, sino si alimentamos a los hambrientos, recibimos a los extranjeros, vestimos a los desnudos, o visitamos a los enfermos o los que están en la cárcel: en otras palabras, si actuamos con amor y compasión. Nunca pasemos por alto la necesidad de otro, ni olvidemos las palabras y acciones que fortalecen el amor".

(J Heinrich Arnold)

martes, 2 de junio de 2020

EL ACTIVISMO ES UNA FORMA DE VIOLENCIA

"Hay un tipo moderno de violencia muy difundido, al cual sucumben con mayor facilidad los idealistas que luchan por la paz con metodos no violentos: se trata del activismo y del exceso de trabajo. La prisa y la presión de la vida moderna son una modalidad, tal vez la más común, de esa violencia. Dejarse arrastrar por múltiples intereses contradictorios, someterse a demasiadas exigencias, comprometerse con demasiados proyectos, querer ayudar a todo el mundo en toda situación – es sucumbir a la violencia; mas aun, es cooperar con la violencia. El frenesí del activista neutraliza su trabajo por la paz. Destruye la productividad de su propia labor porque mata la raiz de sabiduria interior que rinde trabajo fructífero".

Thomas Merton

lunes, 1 de junio de 2020

NUESTRO PRINCIPIO DE UNIDAD ES EL ESPÍRITU


Es importante creer que Dios es don, que no actúa tomando, sino dando

"También entre nosotros existen diferencias, por ejemplo, de opinión, de elección, de sensibilidad. La tentación está siempre en querer defender a capa y espada las propias ideas, considerándolas válidas para todos, y en llevarse bien sólo con aquellos que piensan igual que nosotros. Pero esta es una fe construida a nuestra imagen y no es lo que el Espíritu quiere. En consecuencia, podríamos pensar que lo que nos une es lo mismo que creemos y la misma forma de comportarnos. Sin embargo, hay mucho más que eso: nuestro principio de unidad es el Espíritu Santo. Él nos recuerda que, ante todo, somos hijos amados de Dios. El Espíritu desciende sobre nosotros, a pesar de todas nuestras diferencias y miserias, para manifestarnos que tenemos un solo Señor, Jesús, y un solo Padre, y que por esta razón somos hermanos y hermanas
Empecemos de nuevo desde aquí, miremos a la Iglesia como la mira el Espíritu, no como la mira el mundo. El mundo nos ve de derechas y de izquierdas, con estas ideologías o con otras; el Espíritu nos ve del Padre y de Jesús. El mundo ve conservadores y progresistas; el Espíritu ve hijos de Dios. La mirada mundana ve estructuras que hay que hacer más eficientes; la mirada espiritual ve hermanos y hermanas mendigos de misericordia. El Espíritu nos ama y conoce el lugar que cada uno tiene en el conjunto: para Él no somos confeti llevado por el viento, sino teselas irremplazables de su mosaico".


Francisco

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.