domingo, 29 de julio de 2007

Descubrir a Dios como Padre.


Para este domingo la liturgia nos propone el tema de la oración. Es increíble cuánto se puede manipular y empobrecer lo más sublime cuando la rutina y la comodidad toman cartas en el asunto. Sucede así con la oración, que de una actitud de vida pasa a quedar simplemente en una fórmula para cumplir un precepto. Hace unos días publicamos un texto de Ernesto Cardenal que nos ayudaba a entender que la oración es la propia vida asumida conscientemente como don de Dios. Todo es oración, porque todo es amor, diría Cardenal; pero a esta certeza se llega progresivamente, y tomando como punto de partida el descubrimiento básico de la fe: Dios me ama. Cuando los discípulos ven orar al Señor sienten el deseo de pedirle que les enseñe a ellos también eso que le hace ser y actuar de una manera única, y Jesús les ofrece, no una fórmula, sino un modelo. Y ese modelo tiene como eje el descubrir a Dios como Padre. La oración es un diálogo vital, y a través de él yo descubro mi propia condición y la de mis hermanos, quienes, junto a misma creación, formamos parte de un proyecto de amor que llamamos "Reino de Dios".La voluntad de Dios es que caminemos en esa dirección, porque en ella conseguimos plenitud.

He ahí el por qué es importante que oremos sin desfallecer, y en cualquier circunstancia; orar es crecer en conocimiento de Dios y en conocimiento propio, y es crecer, avanzar, hacia esa plenitud que es meta y promesa: "Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia".

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