sábado, 28 de julio de 2007

Nouwen: El arte de enseñar.



En esta relectura que estoy haciendo de la biografía de Henri Nouwen, escrita por Michael Ford, he podido recordar algunas claves importantes de su ministerio, y de un modo muy particular, de su manera de enseñar y trasmitir las verdades de la fe. En un progresivo descubrimiento de sus necesidades y capacidades Nouwen fue de Holanda a los Estados Unidos, y allí fue también recorriendo algunos sitios importantes vinculados a la enseñanza de la psicología pastoral y la espiritualidad. Fue a comienzos de la década del 70 que llegó a Yale, tercera universidad en antigüedad de Estados Unidos, de origen protestante, en la que Henri fue uno de los primeros profesores católicos que enseñó en ella. Fue llamado a esa institución por su formación en psicología, pero coincidió con un momento de cambio en el propio Henri, que estaba entonces más en sintonía con la espiritualidad y el ministerio. Las clases de Nouwen en Yale se convirtieron en un verdadero acontecimiento espiritual, y la razón de ello la apunta el libro en cuestión:

“Por encima del espacio físico, en sus clases había también una dimensión piadosa, pues siempre comenzaban con lecturas bíblicas, silencio y oración de intercesión. Ello no solo cultivaba la quietud interior, sino que también era un reconocimiento consciente del texto evangélico que dice: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Esa práctica creaba un espacio en el que la atención se dirigía a Cristo, en cuyo nombre iban a ser pastores los alumnos". (Página 161)

La visión del ministerio que Nouwen ofrecía estaba fundamentada en la vida contemplativa y emanaba de ella, y creía que el espacio físico tenía una significativa influencia en la calidad de los encuentros, pues aspiraba a proporcionarles un espacio a sus alumnos en el que estos pudieran ser ellos mismos. Para Nouwen, el aula, la oración y toda su actividad académica estaban al servicio de la obediencia a la verdad. Es decir, que debían percibir cuánto ama Dios a esta humanidad y cómo debía responder a ese amor desde una libertad creativa.

“A nosotros no se nos pide que enseñemos una disciplina como las matemáticas, la física, la historia o los idiomas, sino que pongamos nuestra fe al alcance de los demás como fuente de conocimiento. Ser profesor significa verdaderamente entregar la propia vida por los amigos, convertirse en “mártir”, en el sentido original de “testigo”. Ser profesor significa ofrecer a los alumnos la propia experiencia de fe, la soledad, la intimidad, las dudas y las esperanzas, los fracasos y los éxitos, como un contexto en el que puedan luchar con su propia búsqueda de sentido. Ser profesor significa decir a quienes quieran aprender lo que Jesús dijo a sus discípulos: “Vengan y vean” (Jn 1,39)”. (Página 163)

Me siento fuertemente identificado con esta visión de Henri Nouwen, y va en la línea de mis propias inquietudes respecto a la trasmisión de la fe en el mundo académico. Lo mismo que a él, también me cuestiona la manera en que están concebidos los títulos académicos, y me resisto a dejarme encerrar en un límite formal a la hora de desarrollar intuiciones espirituales que considero importantes para la vida interior.

1 comentario:

  1. Qué genial! Gracias otra vez. Se me hace costumbre ya regalarme este minuto para entrar a ver si hay algún regalo de Nouwen, en el blog, para leer. Hoy me vino como anillo al dedo lo que dejaste para compartir. Agradecida! bendiciones abundantes!

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