martes, 24 de julio de 2007

Para abrirse paso a algo nuevo.

Una de las virtudes crecientes de Thomas Merton fue su empeño en descubrir sus propias tendencias al acomodamiento y la rutina, al autoengaño y la complacencia, convirtiendo este propósito de superar las falsas ilusiones en uno de los carriles fundamentales de su espiritualidad. Su conocido sentido del humor y la ironía con que calibraba su propio entorno fueron instrumentos precisos en esta tarea de constante superación propia para adentrarse en el camino de la Gracia. Así aparece en esta entrada de sus diarios, cuando reconoce que su disponibilidad para Dios no ha de suponer pasividad y mera aceptación de lo dado.

“En el monasterio, o en todo caso en el coro, me he estado olvidando de cómo se piensa, y sólo desde hace algunos días me he dado plenamente cuenta de lo peligroso que esto puede ser. Me estoy refiriendo a la pasividad constante y habitual en que caemos. Independientemente de que el ambiente sea franco y la doctrina creída en ese mismo ambiente limpia, nadie puede permitirse el lujo de mostrarse pasivo y de limitar su pensamiento a una simple repetición, en su propia mente, de lo que se dice a su alrededor.
No somos tan francos como nosotros pensamos, y nuestra doctrina no es tan pura como esperamos. Por nada del mundo puedo permitirme el lujo de estar pasivo en este lugar”.
(2 de mayo de 1958).

Un par de días después, escribe:

“Pensando en la lucha nueva y necesaria que se desencadena en mi vida interior. Finalmente estoy saliendo de la crisálida. Mis años anteriores me parecen extrañamente inertes y negativos, aunque supongo que esa pasividad era necesaria.
Ahora experimento el dolor y los contratiempos de luchar para abrirme paso hacia algo nuevo y mucho más importante”. (5 de mayo de 1958)

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