jueves, 30 de agosto de 2007

Alguien semejante. (Para Pepe Armas)


Tenía apenas 18 años cuando alguien puso en mis manos un libro pequeño y casi prohibido que me deslumbró. Convertí a su protagonista en el ideal de mis búsquedas, y empecé a vivir teniendo como principal propósito el hallar un amigo, único y especial: esas búsquedas me llevarían muchos años después al hallazgo de la fe. Pero antes, por mucho tiempo, fue la poesía testigo de encuentros y desencuentros. Esta que les quiero regalar hoy tiene ya casi 20 años, y es la carta que guarda la luz de un amigo que llevo siempre en mi corazón. Ya hoy apenas si sabemos el uno del otro, aunque cada cierto tiempo nos cruzamos en la calle e intercambiamos un saludo, un par de palabras. Pero aquella “huella azul” que un día dejó en mí no ha desaparecido, y es parte inevitable de lo que soy hoy.


Para alguien semejante.

Hallarte no fue ver el unicornio
Conocerte entre palabras y golpes de teléfono
Llenó de grietas todas las paredes de mi mundo.
¡Ah la inocencia de los que aman y sueñan!
Las calles conocieron de caminos lúdicos
Y toda la ciudad fue el cascarón del que nació esta historia.

Tenemos una edad para cada fracaso
Tú inventaste un nombre por disfraz
Un lugar donde ocultar el tiempo
Un final que sacaste no sé de qué novela.
Todavía guardo tu nostalgia
Nunca dijiste que estaba hecha para mí
Pero calmó la sed cuando faltó la lluvia
Y yo corrí a escribir aquel pésimo poema.

Ya vez lo pienso ahora y me divierto
Los finales a veces pueden ser el comienzo
Porque la vida es siempre un evento imprevisible.
Entre estas dos montañas solitarias
La vida tendió un puente
La moda de estos años no pudo con nosotros
Cartas escritas como estrellas fueron el antídoto
Ni los amores ni los fracasos ni la duda
La palabra amigo se fue multiplicando
Hasta encarnarse en su mágica unidad.

No conozco a nadie que calle como tú
Mi buen maestro de silencios
Nadie que mueva mi piel con sólo una palabra
Que haga estallar mi paz y me dibuje
Piel simple sueño proyecto como soy
Te pertenezco.
Ya no tenemos nada que esperar
La fe sostiene al loco que baila sobre la suerte
Saber que no hay vacío
Que una carta acecha la tristeza
Una sonrisa es el regalo de los miércoles.

Ya vez yo tampoco he encontrado las palabras
Tenemos que inventar signos que nos sirvan
Para contar vivencias y entendernos sin hablar.
Hoy entiendo esa música distinta que golpeaba mis venas
Melodía terrible incierta tierna y melancólica
Que buscaba salir y repetirse en el viento
En las olas en alguien semejante.

Ahora estás aquí no hace falta tu cuerpo
Tus cartas no hacen falta
No hace falta más que saber que somos uno
Que hay una fuente para beber en los desiertos
Una respuesta en este sinsentido que es la vida.
No somos ya dueños de esta historia.
La amistad es eterna bienvenida
Eterna luz que alumbra otros caminos.

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