
El hombre espera, y Dios también.
La esperanza es un desafío.
En el domingo 19 del año litúrgico la Palabra de Dios quiere invitarnos a descubrir cómo hacer para que la esperanza en las promesas de Dios sea bendición, redención, y no eso que llamara Marx “opio del pueblo”, es decir, consuelo vano, pasividad y conformismo. Revisando las tres lecturas nos fijamos en la idea fundamental de cada una de ellas:
1- El pueblo está a la espera de una promesa: memoria de un momento grande en la historia del pueblo elegido.
2- Exhortación a la vigilancia, a estar despiertos: Es necesario dejar a un lado toda inquietud, puesto que el Padre se ha compadecido en dar el Reino a su pequeño rebaño. Así se nos invita a la espera mesiánica, porque desconocemos la hora de la venida de Cristo, “la parusía”. Es una invitación también para los discípulos a una espera activa y operante.
3- La fe como un esperar contra toda esperanza: Cuando muere la esperanza todo se apaga. Pero Abraham creyó contra toda esperanza, y el milagro maravilloso se cumplió. (Este pasaje de Hebreos 11 es hermoso y lleno de fuerza)
Aun cuando el hombre desconozca el verdadero contenido de sus esperanzas y expectativas, Dios está siempre, de un modo anónimo y abierto, al final de toda actitud de espera humana.
Pero Dios también espera, y sale a cada momento al encuentro del hombre. Recordamos la parábola del hijo pródigo, donde es el padre el que atisba todos los atardeceres el horizonte aguardando el regreso del hijo, y en cuanto lo descubre, corre para abrazarle y besarle efusivamente.
La creación se encuentra también en estado de superación y de espera.
La fe implica una actitud de espera y de expansión: el creyente, como el universo que le rodea, ha de asumir una actitud dinámica:
Esperando lo que aun no es,
Aguardando lo que debe ser,
Luchando por lo que tiene que ser.
La esperanza es un desafío.
En el domingo 19 del año litúrgico la Palabra de Dios quiere invitarnos a descubrir cómo hacer para que la esperanza en las promesas de Dios sea bendición, redención, y no eso que llamara Marx “opio del pueblo”, es decir, consuelo vano, pasividad y conformismo. Revisando las tres lecturas nos fijamos en la idea fundamental de cada una de ellas:
1- El pueblo está a la espera de una promesa: memoria de un momento grande en la historia del pueblo elegido.
2- Exhortación a la vigilancia, a estar despiertos: Es necesario dejar a un lado toda inquietud, puesto que el Padre se ha compadecido en dar el Reino a su pequeño rebaño. Así se nos invita a la espera mesiánica, porque desconocemos la hora de la venida de Cristo, “la parusía”. Es una invitación también para los discípulos a una espera activa y operante.
3- La fe como un esperar contra toda esperanza: Cuando muere la esperanza todo se apaga. Pero Abraham creyó contra toda esperanza, y el milagro maravilloso se cumplió. (Este pasaje de Hebreos 11 es hermoso y lleno de fuerza)
Aun cuando el hombre desconozca el verdadero contenido de sus esperanzas y expectativas, Dios está siempre, de un modo anónimo y abierto, al final de toda actitud de espera humana.
Pero Dios también espera, y sale a cada momento al encuentro del hombre. Recordamos la parábola del hijo pródigo, donde es el padre el que atisba todos los atardeceres el horizonte aguardando el regreso del hijo, y en cuanto lo descubre, corre para abrazarle y besarle efusivamente.
La creación se encuentra también en estado de superación y de espera.
La fe implica una actitud de espera y de expansión: el creyente, como el universo que le rodea, ha de asumir una actitud dinámica:
Esperando lo que aun no es,
Aguardando lo que debe ser,
Luchando por lo que tiene que ser.
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