jueves, 9 de agosto de 2007

Memoria viva de mi historia personal.




Un día como hoy, 9 de agosto, pero de 1988, decidí comenzar a vivir como cristiano, si es que puedo llamarlo así, pues ya no me atrevo, como hace años, a llamarle conversión a lo que aconteció en aquel entonces. Yo vivía en una de las ciudades del oriente cubano, Manzanillo, de la que llegué a enamorarme, y trabajaba como médico, haciendo mi servicio social. No resultaba fácil para mí, pero era joven, y aquella etapa de mi vida me dejó al final unas cuantas alegrías, entre las que puedo contar a un gran amigo y el regalo de la fe. Como sucedió todo exactamente es algo que no puedo recordar, pero durante algún tiempo estuve entrando en la iglesia que estaba frente al parque en el centro de la ciudad, y un día sentí un fuerte impulso interior que me hizo entrar y arrodillarme frente al lugar que creí el más importante, y tomar una resolución: el domingo próximo vendré a la celebración y le traeré a Jesús un corazón nuevo. Yo estaba viviendo un momento especial también, una etapa de obligada maduración psicológica y afectiva, y creo eso me preparó para el despertar espiritual. Era una persona sensible, gran lector, y muy introvertido, que necesitaba afianzar mi identidad y reconocerme amado en mi realidad personal. Quizá todo eso se juntó, para llevarme aquella tarde hasta el sagrario; desde entonces camino con Jesús y han sucedido muchas cosas en mi vida, cosas por las que doy gracias cada día, pero me gusta recordar como empezó todo, y tal vez en los próximos años deba hacerlo de una manera especial, para profundizar en las raíces de mi vocación cristiana. Ese domingo me levanté bien temprano, y para significar lo que me proponía, me vestí con ropa nueva, y me fui a la iglesia para participar de la eucaristía. Ahí comenzó todo, y el descubrimiento de esa comunidad de hermanos fue otro de los regalos que me hizo la Providencia: había sido un solitario, y Dios me regaló un montón de amigos, con los que disfruté gozosamente la vivencia de la fe. También el sacerdote del lugar era un hombre de mucho carisma, y me recibió cordialmente, ofreciéndome el espacio necesario, junto con los líderes de la parroquia, para que me sintiera como en un verdadero hogar. ¡Cuántos recuerdos que empiezan ahora a llegar a mi mente! Hoy es realmente un día muy especial en mi historia personal, por eso he querido compartir esta memoria con todos.

1 comentario:

  1. Qué bueno! Gracias por compartir.Uno mismo va haciendo experiencia del paso de Dios en la propia historia de las maneras menos esperadas, y es genial. Él es genial! Algo me acerca en estos meses al Carmelo. Aquí en mi ciudad estoy yendo a las celebraciones en ese lugar, que tiene por cierto una "mística" especial. Descubro en el corazón un algo muy fuerte que me atrae y que en este tiempo me hizo redescubrir la fuerza de la oración y de ese estar con "nuevo corazón" frente a Él. En ese camino fui a dar con tu blog...a traves de Nouwen. desde entonces entro casi diariamente y con gusto saboreo casi todo lo que hay ahi para compartir. por eso, Gracias! Dios te bendiga especialmente! Además el blog me ha inspirado a abrir uno propio. Va invitación: www.levantarlamirada.blogspot.com

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