Este domingo la propuesta de reflexión y oración que hace la liturgia tiene que ver con la actitud que el cristiano ha de asumir ante los bienes materiales; yo diría mejor que ante el "tener" o el "poseer", pues por sí mismos los bienes materiales no son ni buenos ni malos. Esta parábola nos pone frente a una fe que no se desentiende piadosamente del mundo, sino que tiene como fundamento a un Dios, que pleno de riqueza, quiso bajar a la altura del ser humano pobre para elevarlo a su altura. A ese Dios se antepone "Mammón", que representa a la riqueza buscada de forma desmedida, como única o principal prioridad; "mammón" es la voracidad, la insatisfacción, es identificarse con lo que se posee. Para los Profetas del Antiguo Testamento, nada ajenos a una fe desentendida de lo social, la injusticia y la acumulación vana de riquezas es señal de "falsa religiosidad". La avaricia, el egoísmo, son el mayor pecado. Jesús no rechaza el mundo sin más, sino que introduce dentro de él la GRATITUD DE DIOS, para transformarlo en ámbito del Reino.
También aparece aquí lo importante de ser fiel ante las cosas pequeñas, y la radicalidad del mensaje de Jesús, poniéndonos siempre en un cruce de caminos en el que tenemos que elegir: bien o mal, justicia o injusticia, egoismo o servicio desinteresado.
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