
"La fortaleza de una persona se pone de manifiesto, entre otras cosas, en dejar que los demás desarrollen sus facultades. El sacerdote no puede dominarlo todo; ni como teólogo ni como guía de su parroquia tiene que ser el mejor. Debe dejar que las facultades de cada persona sean fructíferas para su comunidad. Si conserva el equilibrio de su vida, si celebra los servicios religiosos y atiende a las personas a partir de una intensa relación con Cristo, conocerá el respeto de los demás. En el futuro, al sacerdote se le va a exigir sobre todo competencia espiritual.
(Competencia espiritual significa para mí que el sacerdote mismo siga un camino espiritual y haga experiencias espirituales. Y significa también que entienda a las personas que acuden a él para hablarle de sus experiencias espirituales. Por eso el sacerdote tiene que ser, ante todo, un hombre de oración. Lo cual no significa que deba recitar muchas oraciones, sino que viva a partir de la oración y que conozca y practique los métodos de la meditación y el camino interior).
La verdadera autoridad del sacerdote debería basarse en su deseo de despertar la vida en el ser humano y en procurar que esa vida siga creciendo después. Por consiguiente, la autoridad no es ante todo una cuestión de decisiones, sino una cuestión de acrecentamiento de la vida (autoridad proviene de augere, que significa acrecentar). El sacerdote necesita ciertamente competencia espiritual y litúrgica, pero también competencia en la dirección de otras personas. Es determinante, ante todo, que obispos y sacerdotes sean personas espirituales. Además, es importante que tengan paz interior y confíen en Dios, que sean equilibrados y no proyecten en otros sus aspectos reprimidos. Sacerdotes y obispos tienen que aprender a plantearse conflictos y a abordarlos objetivamente. Si convencen con su vida, conseguirán una autoridad natural y la gente aceptará lo que ellos prediquen".
(Competencia espiritual significa para mí que el sacerdote mismo siga un camino espiritual y haga experiencias espirituales. Y significa también que entienda a las personas que acuden a él para hablarle de sus experiencias espirituales. Por eso el sacerdote tiene que ser, ante todo, un hombre de oración. Lo cual no significa que deba recitar muchas oraciones, sino que viva a partir de la oración y que conozca y practique los métodos de la meditación y el camino interior).
La verdadera autoridad del sacerdote debería basarse en su deseo de despertar la vida en el ser humano y en procurar que esa vida siga creciendo después. Por consiguiente, la autoridad no es ante todo una cuestión de decisiones, sino una cuestión de acrecentamiento de la vida (autoridad proviene de augere, que significa acrecentar). El sacerdote necesita ciertamente competencia espiritual y litúrgica, pero también competencia en la dirección de otras personas. Es determinante, ante todo, que obispos y sacerdotes sean personas espirituales. Además, es importante que tengan paz interior y confíen en Dios, que sean equilibrados y no proyecten en otros sus aspectos reprimidos. Sacerdotes y obispos tienen que aprender a plantearse conflictos y a abordarlos objetivamente. Si convencen con su vida, conseguirán una autoridad natural y la gente aceptará lo que ellos prediquen".
Estoy totalmente de acuerdo con Anselm Grün. Sobre todo con lo que al sacerdote se le va a exigir sobre todo competencia espiritual. Es genial
ResponderEliminarJose