
Hace varias entradas comenzamos a presentar algunas ideas sobre dirección espiritual, y hablábamos de tres vías o disciplinas básicas, según Henri Nouwen. Ya comentamos dos de ellas: la disciplina del corazón y la disciplina del libro; ahora comentamos la tercera, la de la Iglesia o comunidad de fe. "Estas tres disciplinas (el corazón, el libro y la Iglesia) exigen discernimiento espiritual, cuenta de conciencia y dirección, en orden a superar nuestra sordera y nuestra resistencia y convertirnos en personas libres y obedientes que escuchamos la voz de Dios cuando nos llama a lugares desconocidos".
La tercera disciplina clave para la dirección espiritual es la disciplina de la Iglesia o comunidad de fe. Esta práctica espiritual exige de nosotros estar en relación con el pueblo de Dios, testimoniando la presencia activa de Dios en la historia y en la comunidad. (Mateo 18, 20).
La comunidad de fe nos recuerda continuamente lo que está sucediendo realmente en el mundo y en nuestra vida. La liturgia y el leccionario de la Iglesia (oraciones, ritos y pasajes de la Escritura utilizados habitualmente, así como el calendario que sigue la vida cristiana a lo largo del año) desarrollan para nosotros, por ejemplo, la plenitud del acontecimiento Cristo. Cristo va a llegar, Cristo ha nacido, Cristo se manifiesta al mundo, Cristo sufre, Cristo muere, Cristo es resucitado, Cristo asciende al cielo, Cristo envía el Espíritu.
No son acontecimientos que tuvieron meramente lugar hace mucho tiempo y que recordamos ahora con una cierta melancolía, sino que tienen lugar en la vida cotidiana de la comunidad cristiana. En la vida de Cristo y a través de ella, recordada en la comunidad y en el culto, Dios nos da a conocer su presencia activa. La Iglesia dirige nuestra atención a los acontecimientos divinos subyacentes a la Historia, permitiéndonos dar sentido a nuestra propia historia.
Escuchar a la Iglesia es escuchar al Señor de la Iglesia. Esto significa, en concreto, tomar parte en la vida litúrgica de la Iglesia. Cuanto más permitamos que nos informen los acontecimientos de la vida de Cristo, tanto más capaces seremos de conectar nuestra propia historia cotidiana con la gran historia de la presencia de Dios en nuestra vida.
La disciplina de la Iglesia como comunidad de fe funciona como nuestro director espiritual, dirigiendo nuestro corazón y nuestra mente a Aquel que hace nuestra vida verdaderamente plena de acontecimientos. Reunirse con un director espiritual proporciona una experiencia interpersonal de la comunidad cristiana y permite que la conversión verse acerca de cómo nuestra vida individual es parte de la gran historia evolutiva del pueblo de Dios.
Henri Nouwen.
La comunidad de fe nos recuerda continuamente lo que está sucediendo realmente en el mundo y en nuestra vida. La liturgia y el leccionario de la Iglesia (oraciones, ritos y pasajes de la Escritura utilizados habitualmente, así como el calendario que sigue la vida cristiana a lo largo del año) desarrollan para nosotros, por ejemplo, la plenitud del acontecimiento Cristo. Cristo va a llegar, Cristo ha nacido, Cristo se manifiesta al mundo, Cristo sufre, Cristo muere, Cristo es resucitado, Cristo asciende al cielo, Cristo envía el Espíritu.
No son acontecimientos que tuvieron meramente lugar hace mucho tiempo y que recordamos ahora con una cierta melancolía, sino que tienen lugar en la vida cotidiana de la comunidad cristiana. En la vida de Cristo y a través de ella, recordada en la comunidad y en el culto, Dios nos da a conocer su presencia activa. La Iglesia dirige nuestra atención a los acontecimientos divinos subyacentes a la Historia, permitiéndonos dar sentido a nuestra propia historia.
Escuchar a la Iglesia es escuchar al Señor de la Iglesia. Esto significa, en concreto, tomar parte en la vida litúrgica de la Iglesia. Cuanto más permitamos que nos informen los acontecimientos de la vida de Cristo, tanto más capaces seremos de conectar nuestra propia historia cotidiana con la gran historia de la presencia de Dios en nuestra vida.
La disciplina de la Iglesia como comunidad de fe funciona como nuestro director espiritual, dirigiendo nuestro corazón y nuestra mente a Aquel que hace nuestra vida verdaderamente plena de acontecimientos. Reunirse con un director espiritual proporciona una experiencia interpersonal de la comunidad cristiana y permite que la conversión verse acerca de cómo nuestra vida individual es parte de la gran historia evolutiva del pueblo de Dios.
Henri Nouwen.
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