
Estoy leyendo, o mejor he leído casi en un día, otro libro de Henri Nouwen, y de él he tomado la frase que encabeza esta entrada. Su título es "El amor en tierras de temor. Una historia en Guatemala". Fue un libro escrito por Nouwen en la decada de los 80, y recoge el testimonio de una realidad dura y trágica vivida por los pueblos de América Latina durante más de una década: la violencia, y el martirio de hombres y mujeres de fe. Es un libro sencillo, apenas 110 páginas, que no tiene las habituales reflexiones espirituales de Henri, pero imprescindible para conocerle, para seguirle experimentando amigo y cercano, a pesar de no haberle conocido personalmente. Es un libro hermoso y triste, que habla de un sacerdote mártir: Stanley Francis Rother, asesinado mientras trabajaba como misionero en Guatemala. De ese texto les comparto una frase que habla del sentido de la amistad en la vida espiritual, una frase hermoso que puedo asumir casi totalmente, y que dedico además a todos los amigos/as de este blog:
"La amistad siempre ha hecho parte del centro de mi camino espiritual. Dios me ha concedido muchos amigos, y cada uno de ellos ha jugado un rol muy importante en mi manera de pensar, de sentir, de hablar y de actuar. Algunas de estas amistades han sido intensas, dolorosas y marcadas por la confusión, mientras que otras han sido tranquilas , firmes y dulces".
Gracias por hacernos pensar sobre el sentido de la amistad espiritual,Nowen es uno de los autores que acercan a nuestra realidad estos temas tan necesarios para la vida espiritual, es interesante ver cómo lo vivieron los santos, y aprender algo de ellos.
ResponderEliminarEste texto es de san Agustín, y me gustó compartirlo aquí:
“Había en mis amigos otras cosas que me hacían más cautivadora su compañía: charlar y reír juntos, servirnos mutuamente unos a otros, leer en común libros bien escritos, bromear dentro de los límites de la estima y el respeto mutuos, discutir a veces, pero sin aspereza como cuando uno discute consigo mismo. Incluso esta misma diferencia de pareceres, que por lo demás era algo poco frecuente, era la salsa con la que aderezábamos muchos acuerdos. Instruirnos mutuamente en algún tema, sentir nostalgia de los ausentes, acogerlos con alegría a su regreso: estos gestos y otros por el estilo, que proceden del corazón. … eran incentivos que iban fundiendo nuestras almas en una sola”. Qué lindo esto!
Inés