martes, 18 de noviembre de 2008

Una fuente de energía muy real.


Thomas Merton vivió los últimos años de su vida en una época compleja y cambiante; la década de los 60, que trajo importantes cambios en el mundo, políticos y también religiosos. Por eso, entre sus reflexiones ocupa un lugar importante la relación del ser humano con ese mundo que se abre a una nueva era, y que no siempre lo hace inteligentemente, salvando lo esencial.


"Los griegos creían que cuando un hombre tenía demasiado poder para su propio bien, los dioses le arruinaban ayudándole a aumentar su poder a expensas del buen juicio, de la prudencia, la templanza y la humanidad, hasta que eso le llevaba automáticamente a su propia destrucción".


"No nos sirve hacer progresos fantásticos si no sabemos cómo vivir con ellos, si no podemos hacer buen eso de ellos, y si, de hecho, nuesta tecnología no llega a ser más que un modo caro y complicado de desintegración cultural".


En su libro "Conjeturas de un espectador culpable", cita a otros autores, en esta misma línea de pensamiento; por ejemplo, a Bertolt Brecht: "Ay, nosotros. Que quisimos poner los cimientos de la bondad. No supimos ser también bondadosos".


Bonhoeffer: "El malvado y el santo tienen poco que ver con estudios éticos sistemáticos. Emergen de las profundidades primigenias y con su aparición dejan abierto el abismo, infernal o divino, de que vienen, y nos permiten ver por un momento misterios que ellos nunca habían soñado".


El hondo sentido del humor de Merton le ayudó a asumir e integrar toda esa realidad que iba naciendo y que desafiaban sus opciones personales. Así, escribe:


"Nuestra capacidad de vernos objetivamente y criticar nuestras propias acciones, nuestros propios fallos, es fuente de una energía muy real. El mayor peligro (que enfrentamos) es la dogmática falta de humor de los que se designan a sí mismos como realistas. Por mi parte... no dejaré de reirme hasta que me tapen la boca con polvo radiactivo".


1 comentario:

  1. Estoy con Merton. La realidad de los hombres faltos de humanidad, la tenencias con que intentan sustituir la carencia de esencia. Almas grises disfrazadas en las apariencias del color.
    Ante eso, risa, carcajada, que no la puede silenciar ni el polvo radiactivo.

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