En las mentes de mucha gente de hoy, las leyendas de los santos reflejan una forma demasiado estereotipada; pasaron sus vidas orando y haciendo buenas obras; otros tuvieron visiones o llevaron a cabo milagros. Todo esto puede ser verdad, pero tiende a omitir una buena cantidad de cuestiones. Si bien hay un molde reconocible en las vidas de los santos, cada uno de ellos fue, a su manera, un "original". Llegaron a la santidad por medio del material con el que contaban; material que, en algunos casos, parecía de calidad dudosa. Muchos de ellos lucharon duramente para inventar un nuevo estilo de testimonio cristiano en respuesta a las necesidades de su tiempo, necesidades que eran, frecuentemente, sólo visibles para ellos. Incluso entre los santos canonizados llama la atención cuántos de ellos pagaron caro la originalidad de su visión. Junto con muchos de los mártires aceptados, existe una innumerable cantidad de otros que sufrieron persecuciones o fueron humillados, no por ostensibles "enemigos de la fe" sino a manos de sus propios pares cristianos. Todo esto se olvida fácilmente.
Pascal, el gran apologista cristiano que escribiera en el siglo diecisiete, observó con cuánta frecuencia la veneración hacia los santos puede transformarse en una trivialización bienpensante de sus desafíos. Tendemos a mirarlos como "coronados de gloria y de años, y considerados casi divinos en tiempos pasados". Así nos parecen con el paso del tiempo.
Pero en los tiempos en que era perseguido, este gran santo fue sólo un hombre llamado Atanasio; y santa Teresa, sólo una mujer. Elías era un hombre sujeto a las mismas pasiones que nosotros, como señaló san Pedro para librar a los cristianos de la falsa idea que nos hace rechazar el ejemplo de los santos, como careciendo de relación con nuestro estado. "Eran santos", decimos. "No es lo mismo para nosotros."
Ésta es una de las razones, aparte de la humildad, por lo que a la gente santa no le gusta que la llamen santa. Como solía decir Dorothy Day, fundadora del movimiento de Trabajadores Católicos, "no me llamen santa, no quiero que se libren de mí tan fácilmente". Poner a los santos en un pedestal, implica que su ejemplo no contiene ningún desafío personal. Pero cuando esto sucede, la imaginación cristiana se debilita enormemente. Al describir la función de los santos, Karl Rahner escribió: "son los iniciadores y los modelos creadores de una santidad que a la vez que se adecua a su época en particular, es obra de ella. Los santos crean un nuevo estilo; prueban que una forma particular de vida y de actividad es, de manera real, una posibilidad genuina; muestran de manera experimental que uno puede ser cristiano incluso de 'esta manera', vuelven a este tipo de personas, creíbles como cristianos." Los santos son quienes, de alguna manera parcial, personifican -literalmente encarnan- el desafío de la fe en su tiempo y lugar. Al hacerlo así, abren el camino para que otros los sigan... (Continuará)
Pascal, el gran apologista cristiano que escribiera en el siglo diecisiete, observó con cuánta frecuencia la veneración hacia los santos puede transformarse en una trivialización bienpensante de sus desafíos. Tendemos a mirarlos como "coronados de gloria y de años, y considerados casi divinos en tiempos pasados". Así nos parecen con el paso del tiempo.
Pero en los tiempos en que era perseguido, este gran santo fue sólo un hombre llamado Atanasio; y santa Teresa, sólo una mujer. Elías era un hombre sujeto a las mismas pasiones que nosotros, como señaló san Pedro para librar a los cristianos de la falsa idea que nos hace rechazar el ejemplo de los santos, como careciendo de relación con nuestro estado. "Eran santos", decimos. "No es lo mismo para nosotros."
Ésta es una de las razones, aparte de la humildad, por lo que a la gente santa no le gusta que la llamen santa. Como solía decir Dorothy Day, fundadora del movimiento de Trabajadores Católicos, "no me llamen santa, no quiero que se libren de mí tan fácilmente". Poner a los santos en un pedestal, implica que su ejemplo no contiene ningún desafío personal. Pero cuando esto sucede, la imaginación cristiana se debilita enormemente. Al describir la función de los santos, Karl Rahner escribió: "son los iniciadores y los modelos creadores de una santidad que a la vez que se adecua a su época en particular, es obra de ella. Los santos crean un nuevo estilo; prueban que una forma particular de vida y de actividad es, de manera real, una posibilidad genuina; muestran de manera experimental que uno puede ser cristiano incluso de 'esta manera', vuelven a este tipo de personas, creíbles como cristianos." Los santos son quienes, de alguna manera parcial, personifican -literalmente encarnan- el desafío de la fe en su tiempo y lugar. Al hacerlo así, abren el camino para que otros los sigan... (Continuará)
Este texto que compartimos forma parte del prólogo al libro "Todos los Santos", publicado por LUMEN, y cuyo autor es Robert Ellsberg.