lunes, 2 de marzo de 2009

Los ríos de la noche.


"Vigilante, ¿cómo va la noche?"

La noche, oh Dios mío, es un tiempo de libertad. Has visto la mañana y la noche, y la noche fue mejor. En la noche empiezan todas las cosas, y en la noche he sido testigo del fin de todas las cosas.
Bautizado en los ríos de la noche, Getsemaní ha recobrado su inocencia. La oscuridad trae consigo una apariencia de orden antes de que todas las cosas desaparezcan.
Empiezo a escuchar la elocuencia de la noche, la noche de los árboles húmedos, con la luz de la luna deslizándose por la parte delantera de la iglesia en medio de la niebla originada por la humedad y la disipación del calor. Esta noche el mundo retumba del cielo al infierno con elocuencia animal, con la inocencia salvaje de un millón de criaturas desconocidas.
Mientras la tierra descansa y se enfría como un inmenso organismo débilmente animado, la enorme vitalidad de la música de esas criaturas martillea y retumba y vibra y resuena hasta que se mete de rondón en todas las cosas e inunda el mundo entero con su furia neutral, que nunca se convierte en orgía porque todas las cosas son inocentes, todas las cosas son puras.
Algunas personas actúan como si la noche y el bosque y el calor y los animales trasmitieran una enfermedad contagiosa, siendo así que el calor es santo y los animales son hijos de Dios y la noche no fue hecha para ocultar el pecado, sino únicamente para abrirle infinitos caminos a la caridad y para enviar nuestras almas a jugar entre las estrellas".

Thomas Merton.
"Diarios (1939-1960)"
ONIRO, 2001.
Este pasaje de los diarios de TM , escrito el 4 de julio de 1952 recoje parte de lo que él llama "vigilancia del fuego". El monje recorre el monasterio durante buena parte de la noche, para evitar que se produzca algún fuego. Ha de ir recorriendo las diversas dependencias del monasterio, cuidando de que ningún olvido o descuido acabe con todo y con sus propias vidas. Es uno de esos pasajes antológicos de la obra de Merton, que parece llevarnos no sólo por dependencias físicas, sino también espirituales de la geografía monástica. (También podemos encontrarlo al final de "El signo de Jonás")
"La ronda de vigilancia contra el fuego se convierte en un examen de conciencia en el que tu tarea de vigilante aparece de pronto en su verdadera luz: un pretexto del que Dios se sirve para aislarte y escudriñar tu alma con lámparas y preguntas en el corazón de la oscuridad"

5 comentarios:

  1. Has elegido un fragmento, Manuel, que tiene una profundidad simbólica enorme y, además, una bellísima prosa poética. En pocas palabras, fondo y forma enamoran el alma.
    Ojalá nuestras noches sean preludio de luminosos días.

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  2. El final del Signo de Jonás es también espectacular, el silencio de los monjes contemplativos, de día y de noche, trae alegría y paz al mundo. Lo bueno es que T.M. supo escribirlo para enseñarnos el camino de la contemplación, es un gran maestro.

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  3. Me gusta el enfoque que el autor del libro hace con respecto al tema de los santos.

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  4. Toda noche es preludio de luminosos días, sin duda. Bellamente lo expresa Merton al igual que Juan de la Cruz. Ese es el camino marcada por Cristo de la Cruz a la gloriasa luminosidad de la resurrección. Es lo que nos preparamos a vivir.

    María

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  5. Además de noches oscuras y etapas en el desierto, quién no ha experimentado en la trayectoria de su camino espiritual (igualmente aplicable a las relaciones humanas) el paso por tramos intermitentes de luz y sombra, en los que el desasosiego de la contradicción pesa en el alma. Momentos extraños, oprimidos por antiguos ropajes con los que nos vistieron, con el corazón prisionero entre el gozo y el temor al encuentro. Hasta que salimos,rompiendo cadenas y desnudándonos de prejuicios y dudas, sintiéndonos sumergidos en una nueva calidez de sol y descubriendo esa luminosidad en todos los que nos acompañan.
    Mejor que yo, lo expresa Mario en “Viceversa”:
    Tengo miedo de verte
    necesidad de verte
    esperanza de verte
    desazones de verte.
    Tengo ganas de hallarte
    preocupación de hallarte
    certidumbre de hallarte
    pobres dudas de hallarte.
    Tengo urgencia de oírte
    alegría de oírte
    buena suerte de oírte
    y temores de oírte.
    O sea,
    resumiendo,
    estoy jodido
    y radiante.
    Quizá más lo primero
    que lo segundo,
    y también
    viceversa.

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