sábado, 28 de marzo de 2009

TM: segundo nacimiento.


En el siguiente relato, que he tomado de la autobiografía de Merton, aparece ese sentido del humor suyo tan peculiar, que le hace ver la realidad siempre desde una perspectiva desmitificadora; aquí Merton, recien converso, lleno entusiasmo, había sido diagnosticado tras un dolor abdominal, de apendicitis y le habían enviado al hospital para que le operaran. Así fue a su casa a recoger lo necesario y luego se va al hospital. En el camino, sucede lo siguiente:


" En la estación de metro de la calle Catorce había un borracho. Estaba echado en medio de los torniquetes, obstruyendo el paso de todos. Algunos lo empujaban y le decían que se levantara y apartase de allí, pero él no podía tenerse en pie. Pensé: si intento levantarlo y apartarlo de allí, mi apéndice reventará y yo también quedaré echado allí, en los torniquetes, junto a él. Con mi nerviosismo templado por un cálido sentimiento de presunción y complacencia, cogí al borracho por los hombros y lo levanté tabajosamente, apartándolo de los torniquetes y apoyándolo contra la pared. Refunfuñó débilmente en son de protesta.

Luego, felicitándome mentalmente por mi gran solicitud y caridad hacia los borrachos, crucé el torniquete y bajé para tomar el tren hacia el hospital de Washington Heights. Al mirar hacia atrás, por encima del hombro, desde el fondo de la escalera pude ver al borracho que se arrastraba lenta y penosamente de nuevo hacia el torniquete, donde una vez más quedó tendido en la entrada, obstruyendo el paso como antes". (M7C; Páginas 416-417)


De aquellos tiempos gozosos, en los que Merton va descubriendo la fe en todos sus pequeños detalles cotidianos, cuenta también en su autobiografía:


" Ahora, por fin, había nacido. Pero era sólo un recién nacido. Vivía, tenía una vida interior verdadera, pero débil y precaria. Todavía me criaba y alimentaba de leche espiritual. La vida de la gracia, al fin, se había hecho, al parecer, constante, permanente. Débil y sin fuerzas como estaba, caminaba, no obstante, por el camino que llevaba a la libertad y a la vida. Había encontrado mi libertad espiritual. Mis ojos empezaban a abrirse a la luz poderosa y constante del cielo, y mi voluntad aprendía a ceder al gobierno sutil, suave y amoroso de aquel amor que es la vida sin fin". (M7C, Páginas 418-419)


Los texto de TM están tomados de: "La montaña de los siete círculos", Edhasa 2008.

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