“Meditación. Con esta etiqueta se pueden comprender y practicar varias cosas: ejercicios de silencio y de calma, o meditación como ejercicio de recogimiento y de interiorización destinado a penetrar en el contenido profundo de un texto o de una imagen sagrados. Se puede meditar para reavivar y regenerar la fe tradicional. Sin duda que todo esto es bueno. Pero la meditación puede y debe ser otra cosa muy distinta: el instrumento de apertura al Ser esencial. De esta forma, el sentido de la meditación es el de un ejercicio iniciático.
Iniciar significa: abrir la puerta del misterio. Nosotros mismos somos ese misterio en nuestro Ser esencial, ya que es la manera en que la Vida divina vive en nosotros y en todas las cosas y que tiende a tomar forma en el mundo a través de nosotros. El Ser esencial no es una simple idea, o un simple objeto en el que hay que creer. Tampoco es el producto de una imaginación piadosa. Es el contenido de una experiencia que no tiene solamente valor empírico, sino carácter de revelación.
El ejercicio y la vida iniciática buscan la unidad con el Ser esencial. Pero este Ser esencial no es “algo” que se pueda encontrar como si fuera un objeto. Está, al igual que toda trascendencia, más allá de lo alcanzable. El carácter sobrenatural y la fuerza transformadora de las experiencias hacen presentir lo que nosotros llamamos Ser esencia. Pero a pesar de ello, Este sigue siendo un misterio, que se retira y enmudece cuando el hombre intenta llegar a Él. Toda fe religiosa implica una actitud de abandono del corazón, en la cual y porque no se intenta descifrar el misterio, éste habla. Unirse al Ser esencial es unirse al misterio. En primer lugar, el hombre debe ser capaz de soportar que el mundo en que vive desaparezca en la noche de su conciencia para que le llegue la luz del gran secreto. Hasta el umbral de esta experiencia, el camino es largo: los contactos o experiencias del Ser, cuya fuerza cambia totalmente al hombre y le transforma por un momento, no deben llevarnos a engaño: son solamente un paso en el gran camino”.
K.G. DÜRCKHEIM
Me parece muy sugerente lo que afirma este autor en relación con nuestro vínculo con el Misterio: cuando le buscamos, se nos escapa; cuando no se intenta descifrar, entonces se nos revela. Algo así describe Juan de la Cruz en CÁNTICO ESPIRITUAL: habla de un Dios escondido al que hay que esconderse para encontrar.
ResponderEliminarMuy sugerente, Manuel. Es así. Y también muy sugerente, y hermoso hasta lo poético, el título de la entrada, “abrir la puerta al misterio”, incluso más allá de su conexión al tema de la meditación. Cuántas de las experiencias más decisivas para vivir nuestra humanidad, para ser humanos desafían la racionalidad de la lógica, al menos de la aristotélica o dialéctica: los afectos, el coraje, la dignidad, sentimientos, encuentros… Ojalá tengamos siempre puertas y ventanas abiertas a todo misterio que sea vida.
ResponderEliminar