De la mano de los libros de Anselm Grün he descubierto maneras nuevas de entender y vivir la fe, pues sabe unir lo espiritual, lo tradicional y lo psicológico de una manera armónica. Uno de los temas que más me ha interesado es su modo de explicar el valor de los ritos, y del último libro suyo que leo quiero dejarles un par de párrafos que considero sugerentes. Al hablar de la vida sacerdotal Grün advierte que lo que dice vale tanto para el sacerdocio común de los fieles como para el ministerio particular ordenado.
“En opinión del psicólogo suizo C. G. Jung, la eficacia de los ritos consiste en que por su medio se derrama energía. El rito sumerge en la fuente de la energía divina, que es siempre capaz de crear porque es inagotable”. (38)
“El sacerdote es un experto en ritos. Hoy se ha despertado de nuevo la sensibilidad hacia la eficacia curativa de los ritos. Al empezar y concluir mi jornada con un rito bueno y bonito me experimento como sacerdote. Los ritos abren el cielo sobre mi vida, traen la cercanía sanadora y amorosa de Dios a mi rutina cotidiana: en la mañana gris, en el cansancio de la tarde, al comienzo y al final del trabajo, en la comida común y en cualquier momento del día. Los ritos se tocan con la mano: cojo una piedra, enciendo una vela, acomodo las manos para un gesto, respiro, inhalo y exhalo al tiempo que repito una palabra. En estas cosas tan concretas experimento al mismo Dios como aquel que me promete una vida lograda. En los ritos recuerdo que Dios está en mí y junto a mí, traigo al Dios lejano a mi interior, interiorizo a Dios. El rito logra transformar los estorbos de mi vida cotidiana en un signo del amor tierno de Dios”. (43)
Hablando acerca de la “vida sacerdotal” en este libro, Anselm Grün recuerda que ser sacerdote pertenece sustancialmente a nuestra existencia cristiana, y por ello, aunque escribe desde su experiencia como ministro ordenado, lo que dice vale para todo cristiano o cristiana, que busque vivir esta dimensión de su ser creyente.
Así, además de celebrar los ritos, la vida sacerdotal supone otras dimensiones: transformar lo terreno en divino, dar testimonio, proteger lo divino en el mundo, guardar el fuego del amor, abrir los ojos a la voluntad de Dios, iniciar el camino de ser uno mismo, y decir bien a los hombres.
“Cada uno de nosotros posee un espacio santo, separado de este mundo; el mundo no tiene influencia ni acceso a este lugar. Se trata del santo lugar del silencio interior donde Dios habita. De este espacio sagrado surge la salvación para nosotros”. (44)
“Yo creo que ser sacerdote significa presentar incesantemente a Dios la propia impotencia y alzar ante él las manos vacías. Con todo, creo que mis manos ungidas son un signo de esperanza, ya que trasmiten la bendición de Dios aunque ellas no la experimenten, porque Él no es propiedad de mis manos”. (50)
Anselm Grün.
“El orden sacerdotal”
San Pablo, 2002.
Respecto al sacerdocio oficial católico, comparto la opinión de todos aquellos que en nuestra iglesia pensamos que es necesario y urgente llevar a cabo una transformación radical, amplia y profunda de todo lo que concierne al sacerdocio funcionarial. Respetando, por supuesto, a los que opinan lo contrario, que son, por otra parte, los únicos que, por ahora, pueden ver realizados sus puntos de vista.
ResponderEliminarCreo que la primera transformación ha de empezar por el lenguaje, porque las palabras no son neutrales, contienen una carga semántica que puede dar lugar a equivocaciones.
Creo que si queremos encontrar una guía que nos dé pistas de hacia dónde debería dirigirse el sacerdocio del presente y del futuro, el Evangelio es la respuesta. Jesús de Nazaret nos enseñó que todos y todas somos pueblo sacerdotal, en el sentido en que ejercemos la mediación gratuita entre nuestras hermanas y hermanos (sobre todo en el caso de aquellas personas más golpeadas por el dolor, la enfermedad o la injusticia) y un Padre todo bondad y todo amor. Y ese sacerdocio universal, gratuito y extensible al prójimo no puede ser, no debería ser, una casta que, además, se ha terminado convirtiendo en un club privado de hombres en el que se prohíbe la entrada a las mujeres. Todo ser humano, hombre o mujer, alberga dentro de sí la Gracia del Señor, y tendría que sentir la necesidad de hacerla extensible a toda persona que la necesite. En un mundo sediento de caridad-amor, el ministerio sacerdotal sólo se entiende, al menos desde la lectura creyente del Evangelio, como el agua viva de una Fuente que nunca se agota.
También pienso que sería conveniente clarificar que Jesús no fue sacerdote, ni se movió por los ámbitos del sacerdocio oficial de su propia religión. El Nuevo Testamento nunca califica como “sacerdocio” al ministerio cristiano. La iglesia arrastra muchos lastres adquiridos por circunstancias históricas pasadas, conveniencias sociales superadas e intereses humanos heredados y mantenidos.
El texto de Grün, Manuel, es interesante, sugiere reflexiones que dan pie a lo que he comentado. A mí también me gusta este autor, y me admira su capacidad para escribir tan prolífica lista de libros. Los fragmentos dan lugar a pensar que todos hemos nacido para ser sacerdotes, y que lo somos cuando protegemos nuestro espacio interior sagrado y velamos por el de los demás, cuando damos testimonio a través del servicio al otro, fundamentando ese servicio en el Amor; cuando bendecimos la humanidad y la vida, cuando celebramos la creación entera como sacramento de Dios. También coincido en que los ritos son un mecanismo útil para la creación y mantenimiento de una determinada atmósfera emocional o espiritual.
Gracias una vez más, Manuel, por ser ejemplo, con este espacio que administras, de que la pluralidad es posible en nuestra iglesia. Gracias por alimentar la esperanza de muchos. ¡De nuevo me entusiasmé y me extendí!