“Una habitación en Butler Hall, con vistas sobre los edificios del campus, Daisetz Suzuki, con sus cejas grandes y tupidas y su audifono que no le ayudaba en nada, pues Mihoko, su guapa secretaria, tenía que repetirle todo. La secretaria estaba preparando el té. Una ceremonia, pero nada, de lo más informal, pues no había ritos ni reglas. Yo me bebí el té, todo lo reverente y atento que pude. La secretaria se fue a otra habitación. Suzuki, mientras yo esperaba que ella se fuera, tomó su taza y la vació de un trago.
Inmediatamente fue como si nada hubiera ocurrido en absoluto y como si la habitación hubiera volado fuera del edificio. Pero en realidad no había sucedido nada. Un hombre zen, anciano, muy anciano, de tupidas cejas se había bebido una taza de te con el completo descuido de un niño y, al mismo tiempo, declaró con la mayor decisión:
- ¡Esto no es importante!
La función de una universidad es enseñar a un hombre cómo beberse una taza de té, no porque eso, o algo, sea importante sino porque es corriente tomar té, como cualquier otra cosa bajo el sol. Y sea lo que sea lo que hagamos, cada acto, por pequeño que sea, puede enseñarnos algo…”
(AMAR Y VIVIR, 22-23). Thomas Merton
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.