“Debemos reconocer con tristeza la amarga verdad de que la vida de muchos monjes y de muchas mujeres devotas, y la de muchas otras personas dedicadas, es una vida de total alienación en el sentido de que se trata de un sometimiento legal a cosas a las que quizá no debieran haberse sometido, y un fracaso al cumplimiento de las potencialidades que el monasterio debería permitirles llevar a cabo”.
“El monje es una persona que ha alcanzado, o está a punto de alcanzar, o persigue alcanzar, un despertar completo. Se ubica en el centro de la sociedad como alguien que ha obtenido el despertar, alguien que conoce la meta. No es que haya adquirido información poco usual o esotérica, sino que ha experimentado el fondo de su propio ser de modo tal que conoce el secreto de la liberación y puede de alguna manera comunicárselo a otras personas”. (DA, 295)
“Terapia monástica (Adam Perseigne, siglo XII): Uno acude al monasterio, en primer lugar, a ser curado. El período de formación monástica es un período de convalecencia, de curación. Cuando uno hace su profesión ya ha pasado su convalecencia y está listo para ser educado de una forma nueva, la educación del hombre nuevo. Todo el propósito de la vida monástica se resume en enseñar a los hombres a vivir por el amor… el cambio de un amor egocéntrico por un amor expansivo, altercéntrico”. (Cuando esta transformación tiene lugar la disolución del ego individual, emergiendo la persona cristiana, que ya no es únicamente el individuo, sino Cristo morando en cada uno). “Así, en cada uno de nosotros la persona cristiana es aquella que está completamente abierta a todas las demás personas, porque en última instancia todas las demás personas son Cristo”. (DA, 295-296)
“Las cosas que están en la superficie son nada, lo que está en lo profundo es lo real. Somos criaturas del amor”. (DA, 281)
“Este es el oficio peculiar del monje en el mundo moderno, mantener viva la experiencia contemplativa y mantener abierto el camino que permita al hombre tecnologizado y moderno recobrar la integridad de su yo interior más profundo”. (DA, 278)
“He venido como un peregrino… para beber de las fuentes antiguas de la visión y la experiencia. No pretendo solo aprender más (cuantitativamente) sobre religión y vida monástica, sino para ser yo mismo un monje mejor y más iluminado (cualitativamente).
Estoy convencido de que la comunicación en profundidad, atravesando las líneas divisorias que hasta ahora han separado a las tradiciones religiosas y monásticas, no solamente es posible y deseable ahora, sino mucho más importante para el destino del hombre del siglo XX”. (DA, 274)
(Todos estos textos pertenecen a “Diario de Asia”, de Thomas Merton, editado en español por Trotta, 2000)
“Ser yo mismo” dentro de la estructura, cánones y organización de la iglesia católica es poco menos que imposible. La libertad de conciencia es un término que está fuera del diccionario doctrinal de la institución vaticana. De la misma forma que la vida real, la que viven los seres humanos reales, tiene poco o nada que ver con el mundo encapsulado e irreal en el que se aíslan los profesionales (clero y congregaciones). Se decía en una famosa serie televisiva “la verdad está ahí fuera”. Exacto, la verdad de la vida real está fuera de los muros físicos y mentales en los que son aislados y sometidos los que, paradójica y contradictoriamente, van a anunciar al que da vida en abundancia. Y todo por cuestión de control y dominio: es muy fácil gobernar a aquellos a los que se aísla del mundo y de sus propios sentimientos. A aquellos que dejan de ser “ellos mismos”. Hasta incluso, con una estrategia inteligente (de eficacia constatada por los siglos) y unas tácticas psicológicas oportunas (también probadamente eficaces), esas personas pueden llegar a creer sentirse felices. Lo que no cabe duda es que no viven realmente. Vivir es otra cosa. La prueba es que los que van más allá, los que se liberan de miedos diversos, presiones varias, y su conciencia o su inteligencia les ayuda a desanudar todo el complejo sistema de redes que, para controlarlos, han tejido en torno a su corazón y a su cerebro, empiezan una travesía que les desembarca en puerto real: el mundo y el hombre del siglo XXI.
ResponderEliminarEs posible que algunos identifiquen la figura de Benedicto, con toda su corte de mitrados, con algún espíritu (sin duda vuelan muchos espíritus en el aire), pero también somos muchos (no entraré en comparaciones de número, aunque pudiera favorecernos) los que no lo asociamos al Espíritu, y menos aún al de Cristo. Simplemente porque por “sus obras les conoceréis”, no por sus palabras, por muy bonitas y celestiales que suenen. Y las palabritas de los papas y los altos funcionarios del gobierno eclesiástico se alejan bastante de la praxis que emana del mensaje original evangélico. Se olvidan de que Jesús es verbo, no sustantivo.
Cómo creer en la autenticidad de sus deseos para Cuba y los cubanos, cuando la praxis vaticana es la que es, y está probada geográfica y temporalmente, a lo largo de la historia universal. ¡Por favor, señores, un poco de coherencia y respeto con el Cristo vivo!
Cuando se emite un juicio disconforme con la opinión de la jerarquía eclesiástica, los obispos esgrimen un complejo de persecución. Se sienten perseguidos por el perverso laicismo que siempre está al acecho del momento en que pueda anular la doctrina de la Iglesia.
La Iglesia se arroga el papel de dominadora de las conciencias y cuando alguien se revela contra ese dominio se le aparta de su comunión, de su pertenencia y se le arroja a la cuneta donde yacen todas las víctimas que han sufrido el maltrato eclesial a lo largo de la historia.
Los humanos no entendemos hoy la dignidad de nuestra existencia sin conformarla desde la libertad como derecho irrenunciable. Nadie nos puede arrebatar ese derecho. Hemos sufrido dictaduras terribles que nos ahorcaron el pensamiento, la iniciativa. No estamos dispuestos a que ninguna otra dictadura nos arrebate lo que tanto nos ha costado conseguir.
Cuando las mitras se empeñan en destruir los derechos humanos más elementales no se tienen que extrañar de la lejanía que el hombre marca entre su doctrina y su quehacer. Los obispos deben ser conscientes de que cuando se despojan de sus mitras, los demás constatamos que están huecas.
¿Defensa de libertadas por los redactores de un magisterio inapelable y dictatorial? Pues no, simplemente reclamo de más libertadas para que la institución católica obtenga una mayor influencia y privilegios en la sociedad civil. Se trata, simple y llanamente, de pactar con los gobiernos políticos para obtener más beneficios económicos y más dominio social.
Ángel
Palabras textuales pronunciadas por Benedicto XV hoy en la homilía de Jueves Santo, y retransmitidas por diversos medios audiovisuales:
ResponderEliminar“…y en cuanto a la ordenación de las mujeres, ya dijo el beato Juan Pablo II, de forma irrevocable, que la Iglesia no ha recibido autorización del Señor para esto…”
Además de similar argumentación para la perpetua negación del acceso a recibir la Comunión a los divorciados.
Ante esto cabe preguntarse cuál es la ausencia que afecta papa: ¿le falta el Espíritu, la inteligencia o la vergüenza? ¿O tal vez las tres? Y con estas lindezas intelectuales y espirituales a quién le puede parecer maestro espiritual y representante de Cristo este hombre.