martes, 12 de junio de 2012

VIDA

Llovió toda la noche y sigue lloviendo. Cuán a menudo, durante los últimos años, he pensado sobre la muerte. Ha estado presente en mí, la he “entendido” y sé que debo morir. No obstante, anoche, durante un momento, al pasar, y por así decirlo, sin espanto ni drama, experimenté momentáneamente el hecho de que, este cuerpo, este yo, simplemente no existirá. Una ráfaga de “no estar aquí”, de estar muerto. Sin miedo ni pena, sin nada. Simplemente, no aquí. Y éste, supongo, es uno de los primeros sabores de los frutos de la soledad. Como si pasara a mi lado el Ángel de la Muerte, pensando en voz alta, cumpliendo su faena y casi sin advertir mi presencia, pero captándome de todos modos. Así nos reconocimos el uno al otro”. (Un voto… 148)
  
 “Todo lo que hay en esta ermita me colma de alegría. Hay infinidad de cosas que podrían ser mucho más perfectas, de un modo u otro, ascética o domésticamente, pero éste es el lugar que Dios me ha dado después de tanta oración y anhelos, sin que lo merezca, y es un deleite. No pudo imaginar otro gozo en la tierra que tener un lugar así y estar en paz en él. Vivir en silencio, pensar y escribir, escuchar el viento y odas las voces del bosque, luchar con una nueva angustia que es, con todo, bendita y segura, vivir a l sombra de una enorme cruz de cedro, prepararme para mi muerte y mi éxodo al país celestial, amar a mis hermanos y a toda la gente, orar por el mundo entero y ofrecer paz y sano juicio entre los hombres. De modo que éste es mi lugar en el designio de las cosas y resulta suficiente. Amen”. (Un voto… 202) 

 THOMAS MERTON

2 comentarios:

  1. Quizás hay que ser una mezcla curiosa de "escritor" y "monje-ermitaño" como Thoms Merton para poder hablar de la muerte y de la alegría sin sensiblería y sin escepticismo ante la vida.

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  2. Dice Santiago Feliú: “La vida vive con y sin nosotros, pero la vida nuestra determina el espacio de su propia huella vivida en cuerpo y alma”. Cómo me hubiese gustado poder superar tanto espacio de mar… asistir a su concierto en la Casa de las Américas aquella noche lluviosa del primero de junio, renacer en la Habana, sentirme viva allí en cuerpo y alma.
    Desde aquí lo escucho cantar: “…La vida es el milagro sinceramente amado, la culpa de morirse, las mentiras, las verdades que nos quedan de este lado. La vida de imprevista, sencilla y complicada, absurda y egoísta, amorosa e inteligente, extraordinaria y desalmada”.

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