"Trabajando sobre los místicos rusos, he llegado finalmente a Teófano el Recluso, el obispo y monje del siglo XIX que dejó su sede a la edad de cincuenta y un años para vivir en soledad. Primero salía de su celda para asistir a los oficios en la iglesia de su abadía. Luego, a los seis años, tras el oficio de vísperas de Pascua de 1872, se convirtió en un recluso total, sin recibir a nadie más que al abad, a su confesor y a un hermano que atendía a lo necesario. Vivió así veintidós años, haciendo muchas traducciones y trabajos literarios, y llevando una inmensa correspondencia espiritual con las personas a quienes dirigía.
Este simple perfil no da idea de su verdadera estatura espiritual. En realidad, es una figura impresionante, que descuella por encima de los startzi de Optima y de los demás grandes monasterior rusos que florecieron en el siglo XIX. Uno siente aquí que está en presencia de una verdadera grandeza, nobleza e integridad, una santidad perfectamente integrada y tradicionalmente monástica. Aquí hay una vida que, a pesar de su aparente extravagancia, se ve por sus frutos que estuvo verdaderamente equilibrada. Aunque va contra las normas razonables, tiene sentido real. Teófano fue un hombre que estaba por encima de las vicisitudes de la vida, que vivió en una atmósfera enrarecida y que, sin embargo, siguió siendo plenamente humano. Se eleva como Isaías entre los profetas.
A este hombre le admiro profundamente porque supo ver qué hacer y supo hacerlo. Supo andar derecho y seguir a Dios. A veces estoy tentado de pensar que las complejidades de nuestro sistema conventual le cargan a uno de fantasías arbitrarias, encerrándole en un rincón absurdo en obsequio de un oscuro principio o a algún punto de ideología. En tal caso, para hacer lo que realmente es apropiado, hay que volver a ello hacia atrás, como si hiciera otra cosa".
Thomas Merton, CONJETURAS, 348.
ResponderEliminarNo conocía de la existencia de Teófano el Recluso.Aún teniendo en cuenta la sicología y todos los avances de la ciencia moderna en cuanto al estudio de la personalidad, ¿quién puede atreverse a asegurar que alguien es "extravagante" o "equilibrado" sin conocer sus más profundas motivaciones? Sin embargo, puede asegurarse con más acierto que "cargar con fantasías arbitrarias, encerrando en un rincón absurdo en obsequo de un oscuro principio o algún punto de la ideología", es, cuando menos, desequilibrado.