sábado, 9 de marzo de 2013

ITINERARIO DE CUARESMA: Cuando Dios espera para celebrar.


Haz que el pueblo cristiano se apresure con fe viva y entrega generosa a celebrar las próximas fiestas pascuales”. 

1. Aun cuando el hombre desconozca el verdadero contenido de sus esperanzas y expectativas, Dios está siempre, de un modo anónimo y abierto, al final de toda actitud de espera humana.
Pero Dios también espera, y sale a cada momento al encuentro del hombre. En la parábola del hijo pródigo,  es el padre el que atisba todos los atardeceres el horizonte aguardando el regreso del hijo, y en cuanto lo descubre, corre para abrazarle y besarle efusivamente.
La creación se encuentra también en estado de superación y de espera.
La fe implica una actitud de espera y de expansión: el creyente, como el universo que le rodea, ha de asumir una actitud dinámica


2. Sabemos que nuestra vida está hecha de aciertos y fallos, alejamientos y regresos; pero queremos poner delante de nosotros lo que vamos reflexionando, y como el hijo pródigo exclamamos: Sí, me levantaré, volveré junto a mi padre. Ya no caminamos, sino que corremos, queremos alcanzar la meta, el gozo que se nos promete, el abrazo que nos perdona. Aquí se trata de asumir un estilo nuevo: vida agradecida, alegre y generosa. Palabra clave aquí: celebrar. La prisa, la urgencia, es para la fiesta, para entrar en una Vida Nueva.
 
3. Recordamos esta meditación, recreada hace tiempo y compartida en alguna ocasión: 
     
Yo soy una persona a la que Dios conoce perfectamente, soy una persona CONOCIDA por Dios; yo mismo no sé a veces quién soy, pero me queda el consuelo de saber que Dios sí lo sabe, lo sabe de una manera única, conoce cada rincón de mi ser, cada luz y cada oscuridad de mi vida. Y lo mejor es que, conociéndome como me conoce, soy también una persona AMADA por Dios.


Soy además una persona LLAMADA por Dios; llamada desde la eternidad y para la eternidad. Es evidente que a ese llamamiento respondo mal y que a ese amor que Él me da soy muy a menudo infiel. Por eso soy también una persona PERDONADA por Dios. NO debemos vivir con sentimientos de culpa, pues vivimos bajo el signo del perdón, bajo el signo de la Gracia.

Soy una persona ENRIQUECIDA por Dios: por todo lo que la naturaleza me ha dado, por la Gracia de Dios que me acompaña siempre, por los dones y la fuerza del Espíritu, que habita en mí. Puedo decir aquello de San Juan de la Cruz: “Todo es mío, porque Cristo es mío y todo para mí”.

Soy una persona ENVIADA por Dios a vivir en la luz de su Gracia, a anunciar su Reino, a dar el fruto de su Espíritu; enviada a la región de la paz, de la alegría y del amor.

Soy, definitivamente, y por todo lo anterior,   
una persona BENDECIDA por Dios.
 



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