"En tiempos de zozobra y perplejidad, cuando no de confusión, extremas como los nuestros, Merton concluye que, por encima de programas de acción o de misión específicos, más allá de las pertinentes adaptaciones estructurales o coyunturales monásticas o eclesiásticas, testimoniar la vivencia personal de la inmanencia y de la trascendencia de Dios e "irradiar" nuestra intimidad con Cristo y nuestra apertura al Espíritu sigue siendo la única propuesta cristiana necesaria y suficiente, un apostolado exigente y exigible y una respuesta plenamente humana y convincente. Algo que ha de concretarse en todos los ámbitos de nuestra vida, religiosa o seglar, profesional, matrimonial, comunitaria, etc... Y en todas nuestras relaciones: con Dios a través de la oración, con el prójimo y la naturaleza a través de la caridad y la alabanza y con nosotros a través de la escucha y la humildad".
Fernando Beltrán Llavador
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