Teresa de Lisieux, que aparece siempre como The Little Flower, es decir, la pequeña flor, merece una especial
consideración. Constituyó para Merton un
verdadero hallazgo espiritual; ella fue
una compañía especial en su época de búsqueda y discernimiento, y le
sirvió para alcanzar un entendimiento
más profundo del ideal cristiano. Así, Merton dice asombrarse ante el
surgimiento de una santa como ella, de tanta altura espiritual, en un medio
poco estimulante como era el ambiente
religioso-espiritual de su tiempo, “en medio de la fealdad y de la mediocridad
hinchada, aterciopelada, superdecorada y cómoda de la burguesía”; de ahí el asombro al ver la obra que la gracia ha hecho en la santa carmelita, que aun no
desertando de su realidad, de sus mediaciones, conservando lo que de burgués,
nostálgico o almibarado podía haber en sus devociones, gustos o poemas, llegó a
ser no sólo santa, sino “la mayor santa que ha tenido la Iglesia en los últimos
trescientos años”. Reconoce Merton que esto constituyó una importante enseñanza
para él, al comprender que, tanto la fealdad exterior como los males físicos
del mundo, pueden servir perfectamente como mediación de un gran bien
espiritual[2].
[1] Un resumen de la doctrina del
santo carmelita se puede hallar en “Luz en la oscuridad. La doctrina ascética
de San Juan de la Cruz ”,
en T. Merton, Humanismo Cristiano. Cuestiones discutidas, Barcelona, Kairós,
2001, 145-153. El P. Matías del Niño Jesús, ocd, en “San Juan de la Cruz en
Merton”, Revista de Espiritualidad,
57 (1998), 691-702, recoge, con algunas inexactitudes, la influencia del santo
carmelita en el monje trapense.
[2] M7C, 535-539. Como señal de
confianza, TM encomendó el cuidado de su único
hermano, John Paul, a Teresita.
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