1. La mayoría de nosotros, sin embargo, ha percibido que el amor que los demás nos ofrecen es siempre condicional, que se manifiesta cuando satisfacemos sus condiciones y desaparece cuando dejamos de hacerlo. Así, concluimos (aprendemos) que lo que somos está condicionado por lo que hacemos y sus resultados. Concluimos entonces que nuestro valor está, de cierto modo, fuera de nosotros mismos. Dentro no hay motivo alguno para el amor, el aprecio, la estima; no hay ocasión para la celebración.
2. Cuando el merecer el amor es cuestión de aprobar exámenes y satisfacer condiciones, comenzamos a experimentar más fracasos que éxitos. Y ante la experiencia del fracaso repetido, aparecen el conflicto, el miedo, la frustración, el dolor y, por último, alguna forma de auto rechazo o aborrecimiento. Así pasamos el resto de nuestra vida intentando escapar de ese sufrimiento a través de alguna estratagema: adoptamos apariencias que agraden a los demás y nos proporcionen la aceptación que buscamos, renunciamos a ser nosotros mismos y jugamos a ser alguien distinto, alguien digno de reconocimiento y amor.
3. Todos tenemos en nuestro interior muchas cosas que nos gustaría compartir: tenemos nuestro pasado secreto, nuestras secretas vergüenzas y sueños fallidos; pero, por muy grande que sea esa necesidad y deseo de compartir, nos frenan nuestros temores y los riesgos que ello supondría. Nada me hace más ser quien soy que todo eso que escondo, pero al mismo tiempo algo me frena: ¿Qué pensarán los otros de todo eso? La persona que tiene una buena imagen de sí misma, que se acepta a sí misma real y verdaderamente, tendrá mucho adelantado cuando enfrente este dilema.
4. El valor de los recuerdos: las personas estamos hechas de recuerdos. La mitad de lo que somos está determinado por nuestros recuerdos. Lo que sucede hoy es el recuerdo de mañana. La bondad, el aliento o la solidaridad que invirtamos en otra persona será una inversión para siempre. Unos recuerdos simplemente suceden , otros deben planificarse. A veces es bueno planificar cosas buenas en nuestra vida, porque la mitad de lo que somos está determinada por los recuerdos que llevamos dentro.
(Notas tomadas a partir de la lectura de John Powell)
2. Cuando el merecer el amor es cuestión de aprobar exámenes y satisfacer condiciones, comenzamos a experimentar más fracasos que éxitos. Y ante la experiencia del fracaso repetido, aparecen el conflicto, el miedo, la frustración, el dolor y, por último, alguna forma de auto rechazo o aborrecimiento. Así pasamos el resto de nuestra vida intentando escapar de ese sufrimiento a través de alguna estratagema: adoptamos apariencias que agraden a los demás y nos proporcionen la aceptación que buscamos, renunciamos a ser nosotros mismos y jugamos a ser alguien distinto, alguien digno de reconocimiento y amor.
3. Todos tenemos en nuestro interior muchas cosas que nos gustaría compartir: tenemos nuestro pasado secreto, nuestras secretas vergüenzas y sueños fallidos; pero, por muy grande que sea esa necesidad y deseo de compartir, nos frenan nuestros temores y los riesgos que ello supondría. Nada me hace más ser quien soy que todo eso que escondo, pero al mismo tiempo algo me frena: ¿Qué pensarán los otros de todo eso? La persona que tiene una buena imagen de sí misma, que se acepta a sí misma real y verdaderamente, tendrá mucho adelantado cuando enfrente este dilema.
4. El valor de los recuerdos: las personas estamos hechas de recuerdos. La mitad de lo que somos está determinado por nuestros recuerdos. Lo que sucede hoy es el recuerdo de mañana. La bondad, el aliento o la solidaridad que invirtamos en otra persona será una inversión para siempre. Unos recuerdos simplemente suceden , otros deben planificarse. A veces es bueno planificar cosas buenas en nuestra vida, porque la mitad de lo que somos está determinada por los recuerdos que llevamos dentro.
(Notas tomadas a partir de la lectura de John Powell)
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