jueves, 2 de enero de 2014

RELIGIÓN Y CULTURA

Creo que lo religioso, si es verdadero, toca la vida de la persona, la transforma en alguna medida. Eso sucede menos cuando lo religioso es mera costumbre o tradición, cuando es más cultura que experiencia personal. En países de tradición católica, entre jóvenes que han recibido formación religiosa en las escuelas, el por ciento de los que se declaran expresamente religiosos es bastante bajo. Y muchos de ellos ven el bautizarse, casarse, o morir con los ritos de la iglesia, como "algo natural", que forma parte de costumbres y tradiciones, recibidas de sus mayores o de uso social, como remanentes de un contexto actualmente superado, pero no como algo que brota "naturalmente" de una seria opción cristiana.
 Los tiempos en que la cultura social era básicamente  católica, donde lo cristiano era "lo natural", están pasando, van quedando atrás. Y eso no tiene que ser necesariamente malo, si al mismo tiempo los que de veras son cristianos, católicos, redescubren su identidad y su lugar en el seno de una sociedad laica, o incluso aconfesional.
Yo, personalmente, no entiendo que alguien reciba un sacramento en la Iglesia, "por una cuestión cultural". Veo bondad en el matrimonio civil si los cónyuges tienen el propósito de amarse incondicionalmente, pero acceder al sacramento exige la fe, una fe vivida, asumida, en el seno de la comunidad eclesial. Pienso lo mismo respecto a la enseñanza de la religión en las escuelas: una cosa es "cultura religiosa", que no implica compromiso personal, y otra cosa es la "fe trasmitida y vivida" por los jóvenes, y eso debe hacerse siempre a nivel de comunidad cristiana viva, en camino, y no en la escuela, como un conocimiento académico más. Confundir estos diferentes niveles puede ser funesto y frustrante. 
 Son conflictos que aparecen regularmente en la prensa que leo, y que tienen su origen, a mi parecer, en la resistencia de muchos a transitar caminos nuevos para presentar el Evangelio de Jesús.

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