Thomas Merton es uno de los maestros espirituales católicos del pasado siglo más conocidos, leídos y publicados actualmente en el mundo. Sus libros aparecen regularmente en importantes editoriales, se realizan congresos para estudiar su obra, y las páginas Web que hablan sobre él son incontables. Por todo lo anterior hemos querido en los últimos años promover el conocimiento de la obra de Merton en las personas de nuestro entorno, y tenemos la esperanza de que a nivel de iglesia en Cuba le dediquemos en algún momento un espacio de reflexión dado el vinculo que con nuestra tierra mantuvo Merton durante muchos años, desde aquella primera visita que hizo como peregrino a la isla para visitar el Santuario de Nuestra Señora del Cobre, en la entonces más oriental de nuestras provincias.
Merton fue, también, un promotor de la vida contemplativa, consiguiendo que los jóvenes de su tiempo acudieran en masa a los monasterios para buscar a Dios en el silencio y la soledad, gracias a su autobiografía: “La Montaña de los siete círculos”. Pero esa contemplación no suponía desprecio de lo humano, ni tampoco un desentenderse de los problemas de su mundo. Tras un primer período, en el cual Merton asumió la habitual postura radical de los conversos, Merton se convirtió en voz que, desde la fe y la consagración a Dios, clamaba proféticamente por la paz en un mundo amenazado por la guerra fría y la hecatombe nuclear. Desde esta visión escribió: “Solo lo que es auténticamente humano cuadra para ser ofrecido a Dios”, o también “No podemos ser santos si no empezamos siendo por encima de todo humanos”, porque “El nuevo fervor no estará enraizado en el ascetismo, sino en el humanismo”.
La visión contemplativa de Thomas Merton tenía como características propias el estar fundada en una amplia cultura general y un hondo conocimiento de la tradición cisterciense. Merton era un intelectual antes de su conversión, un artista, un poeta, y luego se ocupó de leer muchísimo todas las obras de autores cistercienses y cristianos en general que de alguna manera trataron acerca de la oración y la vida interior. Incluso ya desde el comienzo de su caminar en la iglesia Merton encontró diversas tradiciones que le ayudaron a discernir mejor su vocación, y dejaron una honda y valiosa huella en su espíritu. Fue en su época de estudiante universitario cuando conoció a un extraño personaje hindú llamado Bramachari al que acudió para pedirle consejo referente a lecturas espirituales y este le aconsejó que leyera las “Confesiones” de San Agustín y “La Imitación de Cristo”. Otros autores que entonces Merton leía eran Etienne Gibson y Wiliam Blake, a quien dedicó su tesis universitaria ; y luego Jacques Maritain. Todos ellos le abrieron a Merton definitivamente el camino de la fe en la Iglesia y contribuyeron a preparar su intelecto para la conversión que estaba experimentando, y que culminaría con su bautismo en la Iglesia Católica...
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