" He hablado sobre la conciencia que hemos de tener acerca de la presencia de Dios: estamos en Dios y somos uno con Él. Este es el sentido fundamental de la experiencia de la oración. Tener esta conciencia es experimentar nuestra unidad con Dios y con todas las cosas reales. Pero tenemos que enfrentarnos con un problema: no podremos lograr esta conciencia, esta experiencia de nuestra unidad con todo lo que existe, si no logramos un nivel más profundo de conciencia que aquel en el que ordinariamente vivimos".
Uno de los problemas de nuestra oración, que hemos de enfrentar, se refiere no tanto a lo que hacemos durante la oración, sino a lo que hacemos durante el resto del día. La atención con que nos preguntamos quiénes somos, en dónde estamos, qué estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo... frecuentemente es una atención, semi-inconsciente. Thomas Merton decía: Tenemos todos los instrumentos para explorar toda clase de cosas, pero no podemos ver directamente lo que está justo ante nuestros ojos.
Nuestro ser se fragmenta y se divide, porque prestamos solamente una atención parcial a lo que está ante nuestros ojos. Esta fragmentación y divisibilidad nos impide juntar las piezas de nuestro ser durante la oración. En vez de recogernos (es decir, de tener todas las facultades de nuestro ser armonizadas en uno), estamos distraídos (es decir, nuestras energías están dispersas en tantas direcciones, que hemos llegado a perder el sentido de unidad). Si no sentimos una unidad fundamental dentro de nosotros mismos, difícilmente experimentaremos nuestra unidad con Dios. Lo cierto es que con frecuencia nos falta la atención ordinaria respecto de nuestro propio ser y de la realidad que nos rodea. Y esta atención ordinaria respecto de nuestra vida es lo que puede disponernos para una profunda conciencia de la presencia de Dios".
William H. Shannon
"Silencio en Llamas"
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