"La vida comunal habitual suele vivirse al ritmo de aquellos que son activos y extrovertidos. Estas buenas personas, que no soportan las sutilezas interiores y se muestran intolerantes con todo aquello que no aporta unos resultados tangibles, desean comprobar al final del día que han hecho algo para servir a Dios. Por eso su vida está programada para tranquilizarles en este sentido. El día se divide en la práctica de muchos ejercicios en los que la oración se evalúa por la puntualidad y exactitud con que se ejecuta el ceremonial. La atención se fija sólo en el aspecto externo del mismo.
Es cierto que la rutina monástica es muy importante. Pero cuando se convierte en un fin en sí misma, frustra todos los objetivos por los que se instituyó. Cuando la atención se concentra sobre todo en el aspecto exterior, cuando hay la obsesiva necesidad de realizarlo todo a la perfección (no para glorificar a Dios, sino por la propia paz interior de uno), es imposible que se dé una verdadera contemplación, ya que esta presupone estar libre de cualquier preocupación, sea elevada o baja, espiritual o material. Lo cual no significa que el descuido o la falta de disciplina sean más favorables para la oración interior que una observancia regular. Obviamente es necesario llevar una vida metódica, pero precisamente la ventaja de la disciplina monástica es que libera a la mente de la preocupación perfeccionista con las cosas exteriores. Se ocupa de ello, dejándonos libres para meditar y orar".
Thomas Merton
"La experiencia interior"
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