lunes, 5 de mayo de 2014

VIDA Y SANTIDAD

La llamada a la santidad es llamada a la unión con Cristo, guardando los mandamientos de Dios y rechazando el pecado. Esa llamada a la santidad tiene en algunos una obligación más solemne, como es el caso de los religiosos o los clérigos, pero no por eso los laicos son menos cristianos o miembros de Cristo en un sentido menos pleno. Los Padres de la Iglesia, como San Juan Crisóstomo, o Clemente de Alejandría, insistieron ya en su tiempo en que “todos los miembros de Cristo son llamados a la santidad por el mero hecho de ser sus miembros. Sólo hay una moral, una santidad para los cristianos, y es la que se propone a todos en los Evangelios”.
Siguiendo a los Padres, Merton advierte: No es suficiente a los laicos mantener una tipo de santidad formal, estática, que se limite a “evitar el pecado”, cumpliendo con el mínimo de lo que está mandado. Es falsa esa idea frecuente entre el pueblo de Dios que afirma que mientras religiosos y clérigos están obligados a crecer en perfección, los laicos pueden conformarse con vivir debajo de la sotana o del habito de estos, especialistas en la salvación y la santidad. También rechaza la idea de que santidad y dificultad son sinónimos, pensando en las imágenes de austeridad y penitencia que han acompañado siempre a la vida religiosa. Eso llevaría a concluir que como la vida laical parece menos ardua, también su santidad o salvación son menores.

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