Hablando en propiedad, no nos hacemos contemplativos. Todos nosotros somos ya contemplativos en las raíces y en la realidad de nuestro ser. Porque en las raíces de nuestro ser estamos unidos con Dios, unidos con los demás, unidos con el mundo en que vivimos. Oramos no para llegar a ser algo, sino para caer en la cuenta de lo que ya somos. Tanto la oración, el silencio, como la soledad, pueden ser momentos de gracia para despertar en nosotros la conciencia de lo que somos en Dios.
Lo repetimos, porque es importante dejarlo claro:
Los dos pilares de la espiritualidad contemplativa son:
1. Dios como la causa del amor en quien todo existe.
2. Nuestra conciencia de que Dios es el último sentido de la oración.
De aquí surge una reflexión fundamental: nuestro ser de criaturas, o nuestra dependencia radical respecto a Dios. Todas las cosas en sí mismas no son nada, incluidos nosotros. Si existimos es únicamente porque en el más profundo nivel se encuentra una realidad que es su origen y su fuente, en la que se hallan su identidad y singularidad. La conciencia de Dios y del ser de Dios, se convierten en una luz que me revela mi propia nada. Yo veo solamente a Dios en mí. Ya no estoy yo más allí; ya puedo, finalmente, pronunciar la contraseña de la espiritualidad contemplativa: “Soy tú”. Dios y yo (y toda la realidad) no estamos separados. Yo soy distinto de Dios pues obviamente yo no soy Dios; pero yo no estoy separado de Dios, pues separado de Dios soy nada.
Aplicando esta idea a la oración, podemos decir que cuando oramos no hay separación entre Dios y nosotros No puedo separarme de Dios ni siquiera un instante, porque él es la FUENTE DEL SER, en único en quien encuentro la razón de mi ser, mi identidad, mi singularidad. Por consiguiente, usando una expresión matemática, podemos decir que cuando conversamos con un amigo, nuestro amigo y nosotros sumamos dos. En cambio, en la oración la formula es esta: Dios+ nosotros= 1.
Esto supone por consiguiente que, si existo, existo en Dios. Donde estoy yo, ahí está Dios. No hay otro lugar donde yo pueda estar sino donde está Dios. La oración me hace redescubrir esta realidad...
(Resumen hecho a partir de la lectura de "Silencio en llamas", de W. H. Shannon)
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