Seguimos compartiendo algunos pasajes escritos por el monje
trapense M. Basil Pennington que forman parte de un retiro que hizo en la ermita
donde Thomas Merton vivió, en Getsemaní…
“Escuché la grabación
de la charla que dio Tom el día que abandonó el noviciado para emprender su vida en completa soledad
aquí en la colina que llaman Monte Olivet. Señaló que había pasado toda su vida monástica
estudiando: dos años como novicio, diez como maestro de noviciado, nueve como
estudiante y tres como maestro de estudiantes. Ahora se había graduado de
ermitaño.
En la charla, cuenta
una experiencia que tuvo durante su retiro de Pascua aquí en Getsemaní en 1941.
Se detuvo justo donde el camino conduce hoy hacia la ermita y, mirando en
dirección de la abadía encerrada entre los muros, se dijo: este lugar está fuera de dudas. ¿Cómo podría vivir yo en un lugar así?
Nunca llega uno a perderse en el bosque. Como muchos de nosotros, la mayor
parte del tiempo él buscaba en la dirección equivocada. En algún lugar sentía
ya la dirección del llamamiento, al que debía entregarse. Su ser más profundo
añoraba ya la libertad de los bosques. Este deseo suyo iba a hacerse cada vez
más candente y asumiría varias interpretaciones falsas antes de que encontrara
su camino. Busca y encontrarás. Tom
deja claro en su charla (tal como me dijo insistentemente Dom James) que no presionó
al abad sobre este asunto. Tampoco fue algo que el abad hiciera a
regañadientes. Es cierto que cuando Tom habló de la ermita, en 1955, Don James
dio su permiso para que experimentara la vida en soledad, pero como no le
entusiasmaba la idea se sintió feliz cuando Tom se presentó como voluntario
para ser maestro del noviciado. Tom nunca se arrepintió de su elección. Don
James le pidió un compromiso de tres años en el puesto y Tom se quedó diez con
los novicios. En su charla de despedida declaró que el trabajo de maestro del
noviciado era el mejor del monasterio.
En 1965 estaba listo
para dejarlo y retirarse a la ermita. Y Don James, quien sin que nadie lo
notara anhelaba también hacerlo, estaba listo para admitir el retiro de Tom. Ya
le había preparado el camino, admitiendo primero la construcción de un pequeño
cobertizo para que Tom pudiera hallar allí un tiempo de soledad, y permitiendo
luego que se construyera la casa de bloque de cemento en la colina.
Gradualmente admitió que Tom pasara cada vez más tiempo aquí, y finalmente lo
dejó dormir aquí y acudir al monasterio sólo para su desempeño como maestro del
noviciado.
El Padre Louis afirmó
que la comunidad necesitaba un ermitaño y que estaba encantado con ser el
elegido. Consideraba que era necesario que los monjes comprendieran que existe
un campo de acción para la vocación individual dentro de la vida monástica. La
comunidad, cada monje, necesita saber y recordar que cada uno tiene su propia
llamada personal y la libertad y responsabilidad de seguirla. Que es
necesario que el monje sienta que tiene cierta libertad: un sentido interior,
algo más profundo que un mero saber; el símbolo viviente en la vida de un
hermano de que puedes seguir el movimiento del Espíritu en el modo en que vives
tu propia vida; que eres libre”.
M. Basil Pennington,
“Un retiro espiritual con Thomas Merton”,
Estaciones Editorial, Argentina 1994
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