de las arenas y del agua del espliego?
¿Por qué dejas el mundo cotidiano, Virgen de Nazaret,
los amarillos botes pesqueros, las granjas,
los patios olorosos a vino, las bajas bodegas,
las prensas de aceite, las mujeres junto al pozo?
¿Por qué huyes de estos mercados,
de los jardines suburbanos,
de las trompas, de las celosas azucenas,
y lo dejas todo, tan dulce entre los limoneros?
A ninguna ciudad has confiado
las nuevas ocultas tras tus ojos.
Has sumergido la palabra de Gabriel en pensamientos como
lagos,
has torcido hacia la montaña pétrea,
hacia regiones sin árboles,
Virgen de Dios, ¿por qué tus vestidos son como velas?
El día en que Nuestra Señora, llena de Cristo,
cruzó el umbral de su pariente,
¿no se posaron sus plantas ligeras, como oro sobre las
losas del pavimento?
Sus ojos, grises como palomas,
¿no se posaron como la paz de un nuevo mundo sobre
aquellas casa,
sobre la Isabel del milagro?
Su saludo
canta en el valle de piedra como una campana cartuja.
Y San Juan, no nacido,
despierta en el seno materno,
salta a los ecos del descubrimiento.
Canta en tu celda, menudo anacoreta;
¿cómo la viste, en la ciega tiniebla?
¿Qué sílaba arcana
despertó tu fe joven a esa loca verdad:
que un infante no nacido podía bañarse en el Espíritu de
Dios?
¡Oh gozo quemante,
qué mares de vida plantó aquella voz!
¿Con qué nuevo sentido
percibió tu sabio corazón el Sacramento de Ella
y conoció a su enclaustrado Cristo?.....”
THOMAS MERTON. Las lágrimas de los leones ciegos. El despertar de San Juan Bautista, versión de Luis Alonso Schokel (fragmento)
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