sábado, 30 de abril de 2016

MERTON HABLA DEL TRABAJO.

"El trabajo antinatural, frenético, angustiado, realizado bajo la presión de la avaricia, del miedo, o de cualquier otra pasión desordenada, no puede, hablando con propiedad, ser dedicado a Dios, porque Dios nunca quiere tal trabajo..."

"Guarda puros tus ojos, silenciosos tus oídos y serena tu mente. Respira el aire de Dios. Trabaja, si puedes, bajo su cielo. Pero si tienes que vivir en una ciudad y trabajar en medio de máquinas, tomar el metro y comer en lugares donde la radio aturde con noticias falsas, donde el alimento destruye tu salud y los sentimientos de quienes te rodean envenenan de hastío tu corazón, no te impacientes, acéptalo como manifestación del amor de Dios y como una semilla de soledad plantada en tu alma. 

Si estas cosas te repugnan, continúa deseando el silencio sanador del recogimiento. Pero mientras tanto mantén el sentimiento de compasión hacia quienes han olvidado el concepto mismo de soledad. Tú, al menos, debes saber que existe y que es la fuente de la paz y la alegría. Aún puedes esperar tal alegría. Ellos ni siquiera pueden ya esperarla."

"La santidad cristiana ya no puede ser considerada como una mera cuestión de actos de virtud individuales y aislados, sino que ha de ser vista también como parte del enorme esfuerzo de colaboración para la renovación espiritual y cultural de la sociedad, que produzca unas condiciones en las que todos los hombres puedan trabajar y disfrutar en paz del justo fruto de su trabajo."

THOMAS MERTON

viernes, 22 de abril de 2016

VERDES

A la tierra de Ecuador, a las víctimas del terremoto y a los hombres y mujeres de buena voluntad de todo el mundo, que están dejando allí pedazos de sus vidas por tratar de salvar las de otros.


Palabras de sabios para el Día Mundial de la Tierra, que nos llaman a celebrarlo y vivirlo a diario, no solo hoy. Sin una visión bucólica, idílica del planeta; sin olvidar que también puede ser terrible, sobre todo cuando lo maltratamos con tanta irresponsabilidad.

"La Palabra es vivir, ser, espíritu, todo verde reverdecer, toda creatividad. Esta Palabra se manifiesta en toda criatura."

HILDEGARDA DE BINGEN.

"La fuerza que a través de la mecha verde impulsa a la flor, impulsa mi edad verde...La fuerza que impulsa al agua a pasar a través de las rocas, impulsa mi sangre roja."

DYLAN THOMAS

"El universo es la principal revelación de lo divino, el principal escrito sagrado, el punto principal de comunión divino-humano."

THOMAS BERRY

"La humanidad participa por naturaleza en todos los
acontecimientos cósmicos y está entrelazada hacia adentro y hacia afuera con ellos."

RICHARD WILHELM

 "Al parecer, algunos piensan que un santo no puede en modo alguno sentir interés natural por ninguna de las cosas creadas. Se imaginan que toda forma de espontaneidad o disfrute es el goce pecaminoso de una 'naturaleza caída'. Que ser sobrenatural significa ahogar toda espontaneidad con tópicos y reflexiones acerca de Dios. ...Como si los santos ofendieran a Dios cada vez que estiman la belleza, la bondad, las cosas agradables. ..Un santo es capaz de amar las cosas creadas y gozar usándolas y tratando con ellas de una manera perfectamente sencilla y natural, sin hacer referencias formales a Dios, sin atraer la atención sobre su piedad y actuando sin ninguna forma de rigidez artificial."..


THOMAS MERTON

martes, 12 de abril de 2016

"¿POR QUÉ MI GENERACIÓN AMABA A THOMAS MERTON?"

Los hombres no son islas, ya lo dijo Merton. Y en este artículo, el autor extiende, más allá de lo personal, el  impacto que causó en su generación el inquieto monje y escritor, muy humano y vital, muy lleno de Dios.     


"Thomas Merton, quizás mejor que ningún otro escritor del siglo XX, supo transmitir el amor manifestado en el cristianismo. Si se puede conocer a Dios en esta vida, de un modo personal y transformador, ¿qué podría ser más emocionante? ¿Qué historia de amor más atractiva que esta?

Mi generación conoció a Thomas Merton a través de La montaña de los siete círculos, una autobiografía espiritual comparada a menudo a la Confesiones de San Agustín. Merton concibió su libro como un retrato de su educación religiosa. Agustín presentó un relato claramente evangélico. De la misma manera, Merton exulta con la verdad que ha encontrado.

¡Qué joven era!, Tenía una enorme sed de vida y placeres, tanto lícitos como ilícitos. Este es el secreto de La montaña de los siete círculos. Nos encontramos ante un joven que disfruta de prácticamente todos los deseos que alguien puede soñar. Es la persona que a todos nos gustaría ser.

Ama las mujeres, la bebida, los viajes y el jazz. También quiere aprender todo lo posible, pues desea ser un gran escritor. Sus pecados son desastrosos, pero ama a su familia y trata de ser siempre leal a sus amigos. Una vez que descubrió la verdad del cristianismo, reconoció a Cristo como la salvación al infierno al que le habían conducido su vida de placeres salvajes y autodestructivos.

En el orden natural de las cosas, como admite, Merton fue un privilegiado en su intelecto, su energía, y en la posibilidad de tener una buena educación. Fue bendecido incluso por sus privaciones, como la temprana muerte de sus padres, que provocó que tuviera una infancia itinerante, cosa que enriqueció la experiencia de sus tragedias.

De todos modos, nada comparado con la posibilidad de conocer a Dios. Por esa perla de un valor incalculable, Merton lo abandonó todo y se convirtió en monje trapense de la Abadía de Nuestra Señora de Getsemaní en Kentucky, el 10 de diciembre de 1941.

Él mismo contó la historia, y es una historia que convence. Su don para la narrativa personal no tiene parangón; su prosa está marcada por las descripciones poéticas de los paisajes, rápidos retratos y un ojo infalible para los detalles, algo que solo puede tener quien posee una fabulosa memoria visual.

Así fue sucesivamente contándonos su historia, llevándonos por los diez primeros años de su vida como monje en El Signo de Jonás, la mejor crónica sobre la vida monástica que he leído nunca. En ella somos testigos de lo bueno y de lo malo de la nueva vida de Merton; de lo inapropiados que eran los hábitos para él tanto en invierno como en verano. Pero también de los profundamente satisfactorios momentos en los que estaba inmerso en la liturgia. Acompañamos a Merton a través de sus estudios que le llevaron a su ordenación como sacerdote en 1949. Se le conocía en su vida religiosa como padre Luis.

La vida de Merton en Getsemaní le dio una perspectiva externa sobre el deseo desenfrenado de la humanidad por el poder y la obsesión por poseer. Se dio cuenta de que este mundo de derroche y de codicia provoca el horror. En Jonás, como he dicho, Merton visita Louisville tras muchos meses viviendo en Getsemaní. La naturaleza violenta y gratuita de la vida contemporánea en la ciudad le abrumaba. Se dio cuenta de que el mundo se había vuelto loco llevado por sus apetitos desenfrenados.

Merton anhelaba el resurgir de una cultura que fuese capaz de producir belleza y armonía social, que no se redujese a la producción masiva de productos y su consumo ostentoso.

Su punto de vista resonó profundamente en mi generación: los “boomers”. Fuimos aplastados, por nuestro narcisismo, por todo lo que está mal actualmente, y nos lo merecimos. Después de todo, los ideales de los ’60 rápidamente condujeron a un hedonismo al que siguió un holocausto consumista.

Aún así, el impulso hacia un mejor modo de vida, hacia una mayor realización del sentido de la comunidad, es universal. No estábamos equivocados al pretender esto, como hace la gente hoy, pero fallamos tratando de conectar este anhelo con algo parecido a la tradición monástica en la que Merton se basaba.

El compromiso de Merton con las religiones orientales también fue muy importante. Hay quien ve en La montaña de los siete círculos un abandono del catolicismo, sin embargo Merton nunca abandonó su devoción a Cristo. Merton se comprometió, de principio a fin, al conocimiento de Dios. No quería saber “sobre Dios”: él quería encontrarse con Dios. Sentía que Él había premiado el esfuerzo espiritual de los monjes orientales a través de los siglos con un gran comprensión de la vida interior y la experiencia de lo divino. Se dio cuenta de que el Budismo, de alguna manera, en algunas de sus formulaciones, se podría describir como “un ateísmo sublime”. Sin embargo, cuando vio a los monjes tibetanos rezando, reconoció una piedad sincera que pensó que honraba a Dios. En esto estaba muy en comunión con el diálogo interreligioso comenzado por el Vaticano II. O, como mis amigos evangelistas dirían, reconoció que toda verdad viene de Dios.

La obra de Merton conectó con mi generación a través de las fuentes de la espiritualidad católica, especialmente la Liturgia de las Horas. Nos enseñó muchas cosas sobre los carismas especiales (los dones espirituales) de varias órdenes religiosas. El modo en que podríamos, como laicos, vivir una vida contemplativa en medio del mundo. Su obra también proveyó de un programa de estudios sobre la espléndida tradición intelectual que respalda la doctrina católica.

No fue perfecto y es improbable que llegue a ser canonizado. Al final de su vida se enamoró de una estudiante de enfermería, Margie Smith, que cuidó de él en el hospital de Louisville tras la última intervención a la que se sometió. Después terminó con este romance, que probablemente nunca consumó, y volvió a sus votos monásticos. A pesar de todos sus años de disciplina espiritual, es evidente que quedó algo del rebelde y joven Tom Merton.

Merton sigue siendo un campeón espiritual, un hombre que vivió la aventura de amar a Dios. Su muerte llegó demasiado pronto, aunque lo entregó a la plenitud de lo que él esperaba desde hacía mucho tiempo. Como todos los que esperan ilusionados la venida de Cristo en su Gloria."

HAROLD FICKETT. Aleteia, septiembre 2015. (fragmentos)
(DIBUJO DE MERTON) 


miércoles, 6 de abril de 2016

LA VOLUNTAD SECRETA DE VIVIR.

" El mundo moderno empieza a descubrir cada vez más que la calidad y la vitalidad de la existencia del hombre dependen de su voluntad secreta de vivir. 

Existe dentro de nosotros una fuerza oscura de destrucción, que alguien ha llamado el "instinto de la muerte". Esta fuerza, engendrada por el amor propio frustrado que lucha consigo mismo, es algo terriblemente poderoso. Es la fuerza del amor de sí mismo que se ha vuelto aborrecimiento de sí mismo, y que, al adorarse, adora el monstruo en que se consuma.

Es, pues, de importancia suprema que consintamos en vivir para otros y no para nosotros mismos. Cuando hagamos esto, podremos enfrentarnos a nuestras limitaciones y aceptarlas. Mientras nos adoremos en secreto, nuestras deficiencias seguirán torturándonos con una profanación ostensible. Pero si vivimos para otros, poco a poco descubriremos que nadie cree que somos "dioses".

 Comprenderemos que somos humanos, iguales a cualquiera, que tenemos las mismas debilidades y deficiencias, y que estas limitaciones nuestras desempeñan el papel más importante en nuestras vidas, pues por ellas tenemos necesidad de otros y los otros nos necesitan. 
No todos somos débiles en los mismos puntos; y por eso nos complementamos y nos suplementamos mutuamente, cada uno rellenando el vacío del otro"
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Thomas Merton.