La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos nos
invita este año a deteneros en las palabras de San Pablo : "El amor nos apremia".En 2016 hubo encuentros importantes, históricos y
esperanzadores, entre jerarquías de diferentes denominaciones cristianas. Pero
hay encuentros que no pueden faltar, no publicitados pero imprescindibles: es
el encuentro personal, fraterno, concreto, frecuente, de cada cristiano con
hermanos de otras denominaciones. Me consta la experiencia. Sé de un lugar de
trabajo en Cuba donde coincidían una católica, un adventista recién convertido
a la fe, un evangélico y un par más, y algunas veces, sobre todo en ocasiones puntuales, en el tiempo de descanso,
en privado, compartían oración común, intenciones encomendadas en las
celebraciones en los templos de cada cual, y ayuda material a la medida
pequeña o mayor de cada bolsillo, cuando alguno estaba en problemas. Y muy importante: apoyo afectuoso, presencia viva en las alegrías y sufrimientos de cada cual. No
hay unidad de los cristianos posible, si no palpita en la base, que es la vida
cotidiana de cada cristiano. No bastan las superestructuras para alcanzar la unidad.
Para avanzar en el camino de la unidad, Merton nos habla de otro encuentro, premisa del anterior: es la unidad dentro de uno mismo:
"Si puedo unir en mí mismo el cristianismo y la
devoción de Oriente y Occidente, de los Padres griegos y latinos, de los
místicos rusos y españoles, puedo preparar en mí mismo la reunión de los
cristianos separados.
De esa unidad secreta e inexpresada que hay en mí mismo,
puede acabar por salir una unidad visible y manifiesta de todos los cristianos.
Si queremos que Oriente y Occidente alcancen la unidad, no
lo conseguiremos si una de las divisiones se impone sobre la otra, Hemos de dar cabida a todos los mundos
divididos dentro de nosotros mismos, y trascenderlos en Cristo" (TM)
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