He escrito muchas veces sobre mis
libros fundamentales, y también sobre los libros de Karlfried Graf Dürckheim,
y en especial sobre “Meditar, por qué y
cómo”; hoy volví a tomarlo del librero para repasar algunas páginas, y
pensaba: Dürckheim puso el esqueleto a mi visión espiritual,
pues son sus conceptos los que sustentan y explican mi modo de entender la
relación con Dios. No es que rechace o desprecie la teología que aprendí a
lo largo del tiempo, y creo haberla estudiado y seguir haciéndolo en la
actualidad, pero mi comprensión de esta se sostiene en lo fundamental sobre lo
que aprendí de este maestro experimentado. Él utilizó un lenguaje más acorde
con estos tiempos para explicar los conceptos más tradicionales, comunes a toda
experiencia religiosa, y en ellos redescubrí y puede empezar a explicarme mi
propio encuentro con la Trascendencia, y el camino que trataba de recorrer,
impulsada por esta.
“Todo pesar, cuando se le sufre bien, marca el
umbral de una nueva etapa.
La forma justa de tratar el sufrimiento es, por tanto, hacer lo contrario a
como actúa el hombre natural. Este intenta rechazar el sufrimiento, distraerse,
evadirse en otra cosa que le permita olvidar su mal. Sin embargo, desde el
dolor físico hasta la miseria psíquica o los sufrimientos que causan una
situación insoportable o la pérdida de un ser querido, todo sufrimiento aparece
para aquel que se compromete en el camino, firmemente decidido a encontrarse a
sí mismo, como un don y como una tarea
a llevar a cabo para avanzar un paso en el camino interior. Desde el punto de
vista iniciático, una vida
totalmente exenta de sufrimiento, preservada de penas o dificultades, es
siempre vida estéril” (Dürckheim).
Algunos términos que descubrí en Dürckheim:
Ser Esencial, lo numinoso, camino
iniciático, el devenir, el valor de la sombra y la sexualidad, la experiencia
cotidiana como camino, el Maestro Interior…
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